La espada oxidada
Excálibur sigue oxidada en la roca esperando a que alguien se decida a sacarla, pero la gente pasa de largo...
12/15/2023
II PREMIO ISCARIOTE DE MICRORRELATOS
10/29/2023
GANADOR CONCURSO RELATOS FESTIVAL DE JAZZ DE PALENCIA
1/24/2023
DE AQUÍ A PLUTÓN
La editorial Sherezade, una editorial que pone un gran cariño y profesionalidad en todo lo que hace, publica mi próximo libro al otro lado del Océano, a 11.000 kilómetros de distancia, en Chile. La editora chilena Lorena Díaz Meza se puso en contacto hace un tiempo conmigo para que mis textos vieran la luz en su país y tras un minucioso proceso de edición así ha sido. "De aquí a Plutón" recoge una selección de ficciones a lo largo de varias etapas. Las razones del título son dos. Por un lado, Plutón homenajea al microrrelato, porque es el planeta más pequeño del Sistema Solar. Un explaneta convertido en nanoplaneta, y por lo tanto el que más giros tiene, como los buenos guiones. Plutón tiene tan solo 8.760 horas en un año. Por otro lado, no hay cuerpo celeste más lejano. Está a 6.000.000.000 kilómetros de la Tierra. Si viajásemos hacia allí a 100 kilómetros por hora tardaríamos en llegar 6.849 años. Por eso es lo que quiero a los míos. De aquí a Plutón.
12/15/2022
VISITA A PALENCIA
1/28/2022
AQUELLOS VERSOS
Mayo de 1937. Casi 4.000 niños vascos fuimos enviados al exilio en Gran Bretaña para mantenernos lejos de la guerra. Partimos desde Bilbao y al llegar a Inglaterra nos dividieron en grupos de cien para instalarnos en colonias. A mi amigo Iñaki y a mí nos destinaron al campamento de North Stoneham. Los dos aprendimos inglés en poco tiempo. Yo prefería el futbol, pero Iñaki escogió la poesía. Mi sueño era jugar algún día en el Athletic y el de José era escribir un libro de poesía para dedicárselo a su padre, un trabajador de los altos hornos. Un contraste perturbador. Poesía y altos hornos. El infierno y el cielo. Sus intenciones de convertirse en poeta se multiplicaron cuando llegó a la colonia un profesor sevillano. Era un día más lluvioso de lo normal. Apareció el nuevo maestro mojado hasta los huesos y se plató frente a la pizarra. Sin decir nada escribió un poema. A Iñaki se le abrieron los ojos tanto que casi se le salen de las cuencas. Se llamaba Luis Cernuda, un poeta que tuvo que exiliarse, como nosotros. Congenió con mi amigo desde el primer día. Le brillaban los ojos con sus versos. Su sueño de escribir un libro comenzaba a coger forma. Escribía palabras en su cuaderno y el maestro le corregía los textos. Iñaki estaba escribiendo cuando se desmayó en clase, pálido como la cal. Se lo llevaron a la enfermería y desapareció unas semanas. Regresó mucho más delgado. Tenía leucemia. Continuó asistiendo a clase, pero solo parecía prestar atención en las clases de poesía. Al poco tiempo volvió a desaparecer de nuevo. Lo habían metido en la cama, ya no se podía hacer nada por él. El 27 de marzo de 1938, con un hilo de voz, Iñaki pidió que el señor Cernuda fuese a verle para que le recitase algún poema antes de morir. Al terminar, el niño le dijo en un gesto de pudor, dignidad e infinita ternura: “Ahora, por favor, profesor, no se marche, pero me voy a dar la vuelta mirando hacia a la pared para que no me vea morir”. Iñaki se giró abrazado a su libreta de poesías. En realidad se llamaba José Sobrino Riaño. Fue enterrado en una sencilla tumba sin nombre durante una ceremonia a la que asistimos sus compañeros. Llovía a cántaros, como el día en el que llegó Cernuda a la colonia. Calado hasta los huesos, el maestro sacó un papel y leyó unos versos en el cementerio. Recuerdo que decían: “Recordarás cruzando el mar un día. Tu leve juventud con tus amigos. En flor, así alejados de la guerra”. Teníamos 15 años. Mucho tiempo después, en una librería de México vi un libro del maestro. En una de las poesías leí aquellos versos. El poema se titulaba “Niño muerto”.
1/03/2022
EL TRUCO Y LA MAGIA
El cuñado pesado fue el más fácil de localizar durante el cásting de familia. Este año se presentaron cientos a la entrevista que concertamos las asociaciones de padres. El nuestro se haría pasar por el nuevo novio de la prima Inés. La consigna era que lanzase al aire improperios políticos y chistes cargados de lugares comunes. El bisabuelo Ezequiel era muy mayor, pero conseguimos contratar dos bebés gemelos que harían de bisnietos. Contratamos a tres niños pequeños, dos adolescentes, una abuela con mecedora y dos matrimonios amigos de toda la vida. Todo iba según lo previsto, como cada año. Sabíamos que esa noche del 5 de enero los Reyes Magos nos estaban espiando. Cuando se fueran los falsos invitados dejaríamos la leche para los camellos y nos acostaríamos en las camas para hacernos los dormidos. Con un ojo abierto y otro cerrado. Cada Navidad merecía la pena todo el esfuerzo. Era enternecedor observar cómo le brillaban de ilusión los ojos a Melchor. Gaspar gozaba colocando los regalos en una una pila bien ordenada, con los lazos rojos a la vista. Y Baltasar, ay, Baltasar, se le saltaban las lágrimas al meter las monedas en las zapatillas de estar por casa. Al acabar la faena salían al balcón y subían a otro hogar para continuar con el reparto. Misión cumplida. Un año más el gran teatro llegaba a su fin. Nos embriaga el júbilo al ver a los Reyes Magos felices tras un viaje tan largo. Han pasado siglos y aún no lo saben. Los niños son los padres. Desde el Roque de los muchachos se vio brillar un trineo tirado por renos.
EL VUELO DEL TAPAGAO
Papá dice que lo hemos perdido todo. Mira al horizonte y
señala con el dedo: “Pequeña, el volcán es un dragón, se ha comido nuestras
casas y nuestros recuerdos”. Ese día se acababa el verano. El otoño bajaba las
temperaturas en todo el país, salvo en nuestra isla, que se convertía en aquel
cuadro que estudiamos en el colegio, La Fragua de Vulcano. El colegio ya no
existía, pero me acordaba del cuadro. Era de Velázquez. Los ríos de fuego se
acercaban al mar, y al caer al agua se enfriaban tan rápido que todo explotaba
alrededor y se llenaba de humo. Una enorme columna de ceniza tapaba el sol. Un
día subimos al Roque de los Muchachos. “Lluvia ácida”, decía papá señalando el
lugar donde teníamos la plantación de plátanos. “El cielo de La Palma era el
más limpio, el más bonito del mundo. Desde aquí se podían tocar las estrellas y
el bosque de laurisilva con la mano. Y ahora, mira, todo magma y cenizas.
20.000 toneladas de dióxido de azufre han cubierto el cielo. Lenguas de fuego”.
Pensé que el volcán no podía sacarnos la lengua para burlarse de nosotros.
Dentro de poco sería Navidad y deberíamos ver la estrella de Belén de nuevo
desde el Roque de los Muchachos. El villancico "Blanca Navidad" aquí
cobraba otro significado. Sería la Navidad más negra del mundo, y no podía
permitirlo. Decidí escribir una carta a Papá Noel. Esta vez no quería juguetes,
deseaba otros regalos: “Querido Santa: La noche del 24 de diciembre deseo que
tengas un cielo despejado para que puedas llegar sin problema, que la luz de
las estrellas guíe a tus renos. Que dejes atrás la nieve y deslices tu trineo
sobre el negro de las coladas para cambiar la ceniza gris que ha cubierto
nuestras calles por copos blancos. Te pido que nos traigas lo que no nos entró
en el maletero, cuando tuvimos que salir corriendo. Nos dieron cinco minutos
para recoger. Una vida en cinco minutos. Tuvimos que dejar el manzano que
planté con los abuelos en el huerto. El retrato de la boda de mis padres. El
muro de piedra que levantó el tío durante aquel caluroso verano. El columpio de
madera que construyó mi hermano. El dibujo que hice por el día del padre en la
guardería y que papá puso en la nevera. El pozo con el que regábamos el árbol.
Y la foto de mamá cuando era joven cogiéndome en brazos. No quiero olvidar su
rostro. Papá dice que en La Palma se han fundido el cielo más claro del mundo y
el más oscuro de los infiernos. Estrellas y piroclastos. Me gustaría poder
hacer lo mismo que El Principito en su planeta, y que los palmeros podamos
deshollinar cuanto antes un volcán extinguido”. Eché la carta al buzón, y al
acostarme la noche del 24, soñé que Papá Noel venía a buscarme, me subía a su
trineo, cabalgábamos de fajana y fajana y sacábamos todos los recuerdos que la
gente había perdido enterrados en la lava. Los metíamos en sacos y reíamos al
volar sobre un cielo cristalino. De entre la ceniza resurgió un pájaro y se
subió al trineo. Santa me dijo que era un ave Fénix. Yo le expliqué que era una
pardela cenicienta, un ave nocturna que en la isla llamamos tapagao. En la
escuela nos dijeron que ese nombre procede del guanche, y que cuando lanzan su
graznido parecen decir "está apagado". Con el tapagao sobre mi
hombro, como si fuera el loro de un pirata, nos pasamos la Nochebuena
desenterrando valiosos recuerdos, como si fueran cofres repletos de joyas,
recuerdos que devolvimos por toda La Palma, nuestra isla del tesoro. Por la
mañana, al despertar, con la pesadez de un sueño tan vivo, papá me dijo que esa
noche había subido al Roque de los Muchachos. “He visto un extraño brillo en el
cielo, muchas luces que se encendían en los pueblos y escuché una mezcla entre
graznidos de ave y bramidos de venado”. Salí de la autocaravana. Bajo el
manzano, junto al pozo, apoyados en la pared de piedra, estaban todos nuestros
recuerdos. Desde algún lugar llegaban los acordes de "Blanca
Navidad". Papá encendió la tele y escuchamos: “25 de diciembre. El volcán,
ya se ha apagado”. En ese momento, apareció volando sobre Cumbre Vieja una
pardela cenicienta con su peculiar sonido. Comenzó a nevar y un manto de copos
tiñó de blanco todo el negro de la isla.
3/29/2021
EL ZUMO DE LAS PIEDRAS
Todo comenzó en la Feria del Libro de Buenos Aires. La editora boliviana Rossemarie Caballero escuchó mis cuentos y decidió publicar una antología de mis mejores textos en su país. La idea era haber presentado "El zumo de las piedras" en Bolivia, pero ls presentación será virtual y la presencial ya se hará en su día, cuando la situación lo permita. Gracias al escritor Harold Kurt por el estupendo prólogo. Deseando volar a Bolivia, donde ya estoy de manera presencial en forma de libro. Gracias también a la editorial Kipus, una de la más importantes del país, por la oportunidad. Aquí, el prólogo de "El zumo de las piedras". Pinchando aquí.