Aunque casi todas las encuestas dicen que el mejor malo de la historia del cine es Darth Vader, seguido de "El padrino" de Marlon Brando, Alien, el 8º pasajero, el "Tiburón" de Spilberg, Hannibal Lecter, el personaje de Nicolson en "El resplandor" o el psicópata de "Psicosis", yo me quedo con HAL, el ordenador de "2001, una odisea en el espacio", aquella máquina que tomó conciencia de sí misma por obra de su creador, Stanley Kubrik, el 12 de enero de 1997. Todo comienza cuando la máquina empieza a hacerle la vida imposible al hombre. El astronauta sale fuera de la nave para hacer una reparación y cuando acaba le ordena:
- Abre las puertas, HAL.
- Lo siento, Dave: me temo que no puedo hacerlo -responde la maldita máquina con esa voz impasible, fría y sin sentimientos.
Algo parecido es lo que hace mi ordenador vez en cuando, cuando se empeña en no arrancar, en quedarse colgado en pleno directo o en borrar archivos de entrevistas terminadas. ¿Estará mi ordenador tomando conciencia de sí mismo para hacerme la vida imposible? La historia ya viene de antiguo, cuando de repente, y sin avisar, se inmoló en un acto de rebeldía, engullendo, como si de un agujero negro se tratase, la mitad de un libro de encargo del cuál no tenía ni una copia de seguridad (gran torpeza mía, lo sé). Parte de esa mitad del libro estaba en ese disco duro rayado que es mi cabeza, pero aún así se perdieron muchos detalles y horas y horas de trabajo. La máquina murió para siempre, jamás volvió a arracar, aunque por las noches soñaba que se le encendía la luz roja en el vertedero de la ciudad y decía: "Lo siento Manu, me temo que no puedo hacerlo". Aquella pesadilla se repite de vez en cuando, así que tengo la casa llena de pen-drives, CD-S y disquettes para hacer copias de seguridad. Pero el otro día ocurrió algo siniestro, aunque eso ya es otra historia. Sólo sé que HAL está ahí fuera, al acecho. Incluso no sé si este post permanecerá algún tiempo en el blog, o, simplemente, desaparecerá sin dejar rastro alguno.