Excálibur sigue oxidada en la roca esperando a que alguien se decida a sacarla, pero la gente pasa de largo...
1/29/2010
POST-IT
En la cocina hay una nevera en cuya puerta vemos un imán con un taco de post-it. ELLA trabaja en el turno de día y ÉL en el turno de noche. Se comunican a través de mensajes que dejan en los post-it de la nevera.
ELLA: Te he dado un beso esta mañana antes de irme al trabajo. Estabas tan dormido que no te has enterado. Te dejo otro beso aquí.
ÉL: Sí me di cuenta del beso, pero el cansancio no me ha permitido abrir los ojos. Te dejo la cena en el horno. Otro beso.
ELLA: La cena estaba deliciosa. Por cierto, ayer me encontré con Pedro, el de nóminas. Me dio recuerdos para ti.
Los Post-it se acumulan hasta que la nevera está llena de papelitos amarillos. Un líquido oscuro comienza a salir por debajo del electrodoméstico. Hace un ruido extraño.
ÉL: Creo que la nevera se está estropeando. He sacado toda la comida para que se descongele. Avisa a un técnico, a ver si esto tiene arreglo.
ELLA: El frigorífico ha cascado definitivamente. El técnico dice que hay que cambiar de nevera. Esta tarde vienen los del ayuntamiento a llevársela.
ÉL llega a casa. Deja el abrigo sobre una silla. Coge un boli y entra en la cocina, pero la nevera ya no está. Ni el imán con los post-it. ÉL va a la habitación y deja el boli sobre la cama. Mete algo de ropa en una bolsa de deporte y se marcha de casa.
1/28/2010
AL OTRO LADO DEL ESPEJO
Los editores de la revista de relatos "Al otro lado del espejo" han seleccionado un micro de "La espada oxidada" para el número dos de la publicación. Que lo hayan seleccionado entre cientos de relatos ya me ha hecho una ilusión sin igual, lo de leer mi nombre al lado de el del mismo Chéjov jamás se me habría pasado por la cabeza, pero lo que ha desbordado mi vaso de las ilusiones de niño grande es que vaya acompañado de una bonita ilustración. Siempre me habría gustado dibujar bien para ilustrar mis relatos, pero qué se le va a hacer, sólo llego a los garabatos a carboncillo. El relato se titula "Retoques" y está ilustrado magníficamente por Ángel González, me gusta cómo se lo ha imaginado en su mente. Podéis leer el micro y ver la ilustración en la página web de la revista. Además se puede descargar toda la publicación en PDF, aunque lo mejor es que os acerquéis a Tres Rosas Amarillas o a La Clandestina (los que estéis en Madrid) y la compréis en papel. Ésta es la web: http://alotroladodelespejorevista.blogspot.com/
1/27/2010
RETAZOS
Te recuerdo, Amanda. Fui a la orilla del río, y vi que estabas muy sola. ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? ¿Qué clase de aventuras has venido a buscar? Voy camino Soria. Cántame, me dijiste, cántame, cántame por el camino, y agarrao a tu cintura te canté. Besos, ternura, qué derroche de amor, cuánta locura. Ay, que gustito pa mis orejas, enterraíto entre tus piernas. Y nos dieron las diez, y las once, las doce y la una, y las dos, y las tres, y desnudos al anochecer, nos encontró la luna. La fuerza del destino nos hizo repetir, dos cines y un par de conciertos y empezamos a salir. Te quiero, pero te llevaste la camisa y me dejaste el sombrero. Dice la gente que ahora eres formal, y yo aquí borracho en el Cadillac. ¿Quién me va a curar el corazón partío? Ay, pena, penita, pena, pena, pena. Una lágrima cayó en la arena. Ay, ay, ay, ay, canta y no llores. Los chicos no lloran, sólo pueden soñar. Una calle de París. Por la esquina del viejo barrio te vi pasar, con el tumbao que tienen las guapas al caminar. Hola, chata, ¿cómo estás? ¿Qué tal te va con el tío ése? Yo que soy tan guapa y artista, yo que me merezco un príncipe, un dentista, yo…, yo me quedo aquí a tu lado. Quisiera volver, no termina nunca esta misión, me acuerdo de ti como un cuento de Ciencia-Ficción. Déjame, no juegues más conmigo, esta vez, en serio te lo digo, tuviste una oportunidad, y la dejaste escapar. Dicen que tienes veneno en la piel. Fuera de mí, ya no quiero tu querer.
1/25/2010
LA TASCA PEPE
Jacinto se baja del andamio. Hace calor, así que se quita el casco, la parte de arriba del mono de trabajo, y se queda con una camiseta de tirantes que deja ver sus tatuajes. Se seca el sudor con un pañuelo y busca un bar en el que almorzar. A la vuelta de la esquina hay uno. En un letrero carcomido de Pepsi-Cola al que le falta la letra “e” de Pepe, se acierta a leer “Tasca Pepe”. Abre la puerta y se sienta en un taburete de madera que cojea de una de las patas. El suelo está cubierto de serrín para tapar alguna inmundicia, y sobre el serrín descansan servilletas arrugadas y restos de colillas de farias. En la barra hay una vitrina llena de grasa con pinchos de torreznos y patatas bravas. Hay cuatro mesas. Tres están vacías, pero en una de ellas están jugando al mus. –Órdago –dice Woody Allen. No es un tipo que se parezca a Woody Allen, no. Es Woody Allen. Jacinto coge un palillo y se lo mete en la boca sin dar crédito. La pareja de mus del famoso director es su actor favorito: Kevin Bacon. –Joder –se le escapa a Jacinto. Los contrincantes de Allen y Bacon se piensan si ven el órdago. Bruce Sprinsteen intenta abrir la boca, pero Stallone le amenaza con arrancarle el cuello si acepta la apuesta. Jacinto se pone de pie, pero es ese momento sale la camarera de la cocina. -¿Qué desea? –le pregunta Margaret Thatcher mientras se seca las manos con un trapo. Antes de que le dé tiempo a pedir entra en el bar Jachie Chan con un montón de cedés piratas que intenta vender a los jugadores de mus. Tras él, entra un nutrido grupo de clientes con Paul Auster a la cabeza, el escritor preferido de Jacinto. Junto a él están Madonna, Bill Clinton, Tiger Woods, Rania de Jordania, Cristiano Ronaldo, George Clooney, Britney Spears y Roger Federer. Rania pide unas patatas meneás y una caña, George un vermú y unas olivillas, pero cuando Bill está pidiendo un JB con cola, la camarera responde que antes tiene que servir a Jacinto. Paul Auster abre los ojos como platos cuando se topa con el rostro del albañil. Se acerca hasta él y grita -¡por Dios! ¡Tú aquí! ¿Qué haces en la “Tasca Pepe”? No me lo puedo creer -. A Jacinto se le cae el palillo de la boca y se señala con el dedo índice. -¿Es a mí? –pregunta mientras la tragaperras le da la especial a Madonna. Paul Auster le echa en cara su modestia y le pide un autógrafo. –Es para mi mujer, en casa le tenemos a usted mucha admiración –dice con deleite. Jacinto coge una servilleta, el bolígrafo bic cristal que lleva en el mono para señalar en las vigas y escribe: “Para Paul Auster, con devoción. Firmado, un fan”. Paul Auster lo lee, le da un emotivo abrazo al borde del llanto, y Jacinto pide a Margaret Thatcher que le ponga una fanta-limón y un bocata de chorizo de Pamplona. En la mesa de al lado, Bruce ha visto el órdago de Woody, ante los ojos asesinos de Stallone.
1/22/2010
EL CARTÓGRAFO
Contrataron mis servicios de cartógrafo para dibujar un mapa político del planeta. Tracé las fronteras del mundo con grafito, pinté los países con lápices de colores y escribí el nombre de las naciones en unas letras Arial de cien kilómetros cuadrados, de tal manera que se vieran desde el aire. Cuando acabé el trabajo me encontraba en una zona amarillo oscuro que hacía frontera por la derecha con un país azul eléctrico y por la izquierda con otro lugar rojo bermellón. Tenía que regresar a mi casa, situada en una zona anaranjada de las antípodas, donde empecé a pintar el mapa. Caminé hasta la línea negra de la frontera, pero al intentar traspasarla choqué contra una fuerza invisible que me impidió la entrada. Cogí la goma de borrar y eliminé las rayas, los colores y los nombres de las naciones. Hoy, después de años, al fin he dormido en casa, pero un fuerte olor me ha despertado y he salido al balcón. Un hombre provisto de una manguera esparcía por todos lados pintura plástica anaranjada.
1/20/2010
ÁRBOL GENEALÓGICO
Cogí mi árbol genealógico, el que había dejado mi madre sobre la repisa del salón, y lo trasplanté en el jardín, junto al manzano. Le eché abono natural de oveja y vaca. Al día siguiente le había brotado una nueva tía abuela, dos hijos, cuatro hermanos y doce sobrinos. Estaba tan frondoso que tuve que podar a los primos lejanos. El de mi vecina era más pequeño. Lo tenía medio escondido junto a los geranios. Apenas tenía parientes. Me produjo cierta lástima que estuviera tan sola y decidí injertarle la rama en la que estaba mi nombre. Salté la valla de su huerto y conseguí llegar hasta los geranios sin que nadie me viera. Mi vecina no se dio cuenta del injerto, y lo regaba a diario con la manguera, junto al resto de sus flores. Al principio le salieron malas hierbas, pero volví a saltar la valla y eché un pesticida. En cuatro semanas, mi vecina y yo ya aparecíamos en el árbol como marido y mujer. Decidí romper con mi familia. Saqué un hacha y talé mi árbol genealógico. Esa misma noche dormimos acurrucados junto a la chimenea, al calor de la leña. Mientras, nuevos brotes crecían en el huerto, junto a las malas hierbas de los geranios.
1/15/2010
CRÓNICA TAURINA
Juanito “El Gallardo” sale al albero vestido de púrpura y oro, con medias bermellón. Su traje hace juego con las nubes, que filtran la luz, tiñendo el atardecer de un color morado muy intenso. Levanta la vista y mira al cielo, pero no se hace la señal de la cruz, como los otros. Ni siquiera tiene estampitas de santos. El capellán le ha echado en cara que un torero no puede ser ateo porque todos acaban rezando alguna vez en el ruedo. La grada lo recibe en silencio, como si esperase algún gesto del maestro. El torero se quita la montera y dedica la faena a sus compañeros, que esperan su turno en el burladero, atenazados por el miedo. Juanito se acerca a la puerta de chiqueros. Suena un clarín y aparece un morlaco de seiscientos kilos con una divisa roja y gualda prendida en el lomo, como la bandera que rodea el coso. Juanito se pone de rodillas. Un murmullo sacude los tendidos. El torero da un capotazo sublime a puerta gayola. Se levanta y va hacia la bestia. Se arrima a los cuernos como si fueran dos puñales de goma. El toro embiste. Juanito se arrima más. Enlaza varias verónicas de libro, suaves, elegantes y suicidas, para luego pasar a dos chicuelinas extraordinarias con los brazos a la altura del pecho y tres gaoneras manejando el engaño por la espalda como nadie había hecho desde los tiempos de “El Lagartijo”. Nunca se había visto tanto arte en la plaza del Penacho. Sin embargo, no hay aplausos ni ovación. El presidente se pone en pie y tira hacia abajo de la chaqueta de su uniforme con un gesto autoritario. Pide el cambio al tercio de varas, frenando de este modo la cadena gloriosa de pases. “El Gallardo”, resignado, contempla cómo aparece el picador por la derecha. Mientras se acerca al trote con la pica en alto, mira al torero con desprecio desde el jaco. El público aplaude por primera vez. Luego, Juanito escucha una ovación, y descubre al banderillero aproximándose por la izquierda, serpenteando, con los castigos en alto. Deduce que el presidente ha dado la orden de saltarse el protocolo para pasar directamente al tercio de muerte. Juanito “El Gallardo” agarra con fuerza el estoque de plástico, eleva la barbilla hacia el morado del cielo y se abalanza sobre el toro.
Badajoz, 15 de agosto de 1936
1/13/2010
SINTONÍA
Cada noche Martín se sienta en un taburete junto a la ventana. Está enamorado de la belleza menuda y racial de su vecina de enfrente, con esa media melena ensortijada que le cae sobre los hombros, como olas de mar cargadas de espuma. Son las diez. La chica acude puntual a su cita con los fogones. Descorre las cortinas y abre la ventana para que salga el humo mientras hace la cena. Sintoniza una emisora y contonea su cuerpo latino al ritmo de los acordes, que rebotan en la ropa tendida del patio. Martín busca el programa en el dial. Los oyentes llaman y dedican canciones. Se lo piensa, y después de tanto tiempo sin decidirse a hacerlo, descuelga el teléfono y marca el número. El locutor le da paso y le pregunta qué tema elige. Martín duda, pero al fin responde: “Quiero dedicar a mi vecina el tema Extraños en la noche”. El locutor ironiza sobre la petición (tan fuera de onda), pero Martín no lo escucha. Mira por la ventana y descubre a la mujer de sus sueños inmóvil como una estatua observándole con la espumadera en la mano. La chica corre las cortinas y su silueta desaparece de la escena. A Martín no le da tiempo a rumiar su fracaso, porque al instante suena el timbre. Observa a través de la mirilla. Es ella. Está preciosa. Lleva brillo en los labios y un maquillaje tenue suaviza sus rasgos. La chica sonríe con ternura. Martín lee sus labios: “Ábreme”, susurra. Martín cierra la mirilla bruscamente y corre despavorido a refugiarse en la cocina. Se sienta de nuevo en el taburete, frente a la ventana, con la esperanza de que ella vuelva a descorrer las cortinas. En el patio, la voz de Sinatra se pierde en la noche.
1/11/2010
TRIBULACIONES DE UN SICARIO
Seguramente Elena Casero no lo sepa porque había mucha gente en el evento de La Clandestina, pero estuve en la presentación de su libro "Tribulaciones de un sicario". No es la primera vez que la veía. La otra ocasión fue cuando Mariano Vega, Belén y otros blogueros presentaron "Blogs de papel", también de "Editores Policarbonados", una pequeña editorial que cuida al máximo sus obras y se nota el cariño y la profesionalidad que le ponen a la edición, desde la portada hasta la última página, como si fueran artesanos, como el trabajo de orfebre hecho a mano. La primera vez que vi a Elena hablando en público me pareció una mujer inteligente y apasionada que además es músico, y todo eso lo compagina trabajando en una multinacional. Pero lo que me dejó de piedra es que desde pequeños compartíamos un sueño, pese a nuestra diferencia generacional. El único sueño de verdad que he tenido en mi vida y que nunca se cumplió. Ir a unas Olimpíadas y entrar en la meta con los brazos en alto y recoger la medalla en el podio llorando a moco tendido mientras suena el himno. Pero ella también acabó escribiendo. La coincidencia me hizo esbozar una sonrisa entre la multitud. No la he visto sobre la pista de atletismo, pero sí he podido comprobar cómo tira millas sobre el papel con "Tribulaciones de un sicario". Si hubiera Olimpíadas de novela corta se llevaría una medalla, seguro. Anselmo, el protagonista principal, está muy bien construido. Es un personaje que no trata de ser gracioso, pero que me recuerda al disparatado protagonista de Eduardo Mendoza en "El misterio de la cripta embrujada" o "El laberinto de las aceitunas". Igual que en estos libros, el protagonista tiene una misión incierta, y acuciado por las deudas de quien tuvo y no retuvo por venir de una familia "bien", se alista en una banda de sicarios enfermos terminales en la que ninguno es lo que parece. Anselmo descubre algo sobre su propia vida que da un giro a su existencia. Además hay otros ingredientes, como un amor no valorado hasta que surgen las dificultades, toques de humor esperpéntico protagonizados por un profesor de instituto y dosis de intriga. Un esquema clásico escrito con un lenguaje con regusto costumbrista (pero no antiguo, ojo) que te mantiene en vilo hasta la última página. "Tribulaciones de un sicario" es un libro magníficamente escrito por una escritora a la que se le nota el oficio. Ni una palabra de más ni de menos. Los adjetivos justos, con un lenguaje fluido que no cae en la trampa de la ornamentación estéril. Elena hace una carrera de 173 páginas y llega a la meta victoriosa. Desde la grada del estadio de lectores, le mando una sonrisa cómplice. Nunca es tarde para cumplir un sueño.
APOCALIPSIS
Huyeron de la isla por el eurotúnel. A mitad de camino, el limpia automático se puso en marcha.
1/07/2010
AMNESIA SELECTIVA
El sol se precipita en picado sobre el horizonte, salpicando el cielo de manchas rojas, como una esfera de plomo que cae en un charco de pintura. Amalia jamás había visto anochecer de esa manera tan apresurada. El cielo se tiñe de un color que jamás ha visto. Como cada tarde a esa hora, sale de su consulta y se va a buscar a su marido a la salida del trabajo. A la altura de la calle Téllez, una señora vestida con abrigo de piel de zorro le pone una mano sobre el hombro.
-¡Amalia, cuánto tiempo!, si te veo igual que siempre…-le dice la mujer emocionada.
–Lo siento, pero no caigo, ¿de qué nos conocemos? -responde Amalia con cierto pudor.
La extraña le explica que se conocieron en la universidad, cuando estudiaban psicología. De hecho, hicieron prácticas juntas. Amalia, consternada por su falta de memoria, se despide educadamente y continúa su camino por Juan de Urbieta esquina Ciudad de Barcelona. A la altura de la tienda de fotos, un chino pequeñito sale con un sobre.
–Tenga, la foto de su marido que me pidió para enmarcar. ¿Se encuentra bien, Amalia? –pregunta el hombrecillo.
Ella conoce la tienda, y es cierto que pidió la ampliación de una foto de su marido para enmarcar, pero no ha visto al chino en su vida. Con cierta turbación continúa caminando, y al girar en la calle Granada a la izquierda, a la altura del bar La Parisien, dos hombres vestidos con mono de mecánico se dirigen a ella por su nombre y le preguntan por su hijo pequeño. Amalia es incapaz de explicarse por qué no conoce a la gente que le saluda, y que, al parecer, saben quién es ella perfectamente.
Visiblemente molesta, prosigue su camino hasta Menéndez Pelayo. Allí está la oficina de su marido. Tres portales antes tropieza con una chica rellenita, tirando a gorda, pero sin embargo, atractiva. La joven le da dos sonoros besos de forma efusiva, como si fueran íntimas amigas. Es más, le pega una palmadita en el culo y la piropea comentando el tipín que se le ha quedado con la dieta del nutricionista.
–Recuerda siempre que fui yo la que te di la dirección de ese genio. Me debes una cena –añade. Amalia le sigue la corriente. Quiere averiguar quién es esa chica. Tras varias preguntas que su interlocutora se toma a broma, Amalia descubre que al parecer la regordeta es la hija de su mejor amiga de la infancia.
Perpleja ante lo insólito de los acontecimientos, al fin llega a la oficina de su marido. Llama al timbre visiblemente nerviosa. Cuando su esposo abre la puerta, se lanza a sus brazos. Al fin una cara conocida. Se refugia en los largos brazos de la persona con la que ha pasado los últimos treinta años de su vida. El hombre, con cara de asombro, la mira a los ojos y le pregunta: “Perdone, ¿la conozco?”.
1/04/2010
LOS POLÍTICOS HABLAN, LOS LÍDERES ACTÚAN
Este post es una mera protesta al viento, como las palabras que se lleva. No soy especialmente ecologista, aunque reciclo y no me gustaba que gran parte de mi familia se fuera de caza (por mera tradición heredada de la supervivencia migueldelibesiana, como Alfredo Landa en Los Santos Inocentes, todo hay que decirlo), pero en mi adolescencia admiraba a aquellos hombres y mujeres que, subidos a zodiac con el logo de Greenpeace impedían que balleneros actuaran de manera impune exponiendo su vida a los arpones de cañón, o cuando los franceses hundieron el Rainbow Warrior matando a un fotógrafo porque la organización, siempre de forma simbólica y nada violenta, protestaba contra las pruebas atómicas de ese país en la Polinesia francesa. Pero me parece una vergüenza que en pleno siglo XXI se mantenga en la cárcel al responsable de Greenpeace España por una protesta de lo más inocente, sin ni siquiera poder contactar con su familia sólo porque la cumbre de Dinamarca ha sido un fracaso absoluto. Considero que es un abuso policial y judicial por parte de las autoridades danesas, tan civilizadas ellas. Ni que fueran los secuestradores del Al Qaeda del Madreb, que raptan a gentes de ONG,s a los que algunos compatriotas nuestros (muy solidarios con la vida ajena) como Risto Mejide o Sánchez Dragó consideran meros pijos que se merecen lo que les ha pasado en Mauritania. El Gobierno danés, con esta forma de atajar el asunto me parece que queda a la altura del betún. Sólo por desplegar una pantarta que instaba a los líderes a actuar. ¿Y el Gobierno español qué hace? La vista gorda. ¿Qué pasa ahora? ¿La tierra no era sólo del viento, como decía aquel jefe indio? ¿Cómo dijo Zapatero? Lo malo es que las palabras también son del viento. Se las lleva volando. Porque los políticos hablan, los líderes actúan.
EL RIOJA Y LOS CINCO SENTIDOS
Primer premio
Tacto (Pedro Sanz Lallana. Hospitalet. Barcelona)
Al tomar la copa, una gota de vino rodó hasta su blusa marcando una lágrima de color rubí a la altura de su pecho izquierdo. La seda rápidamente se tiñó de sangre. Instintivamente alargué mi mano tratando de evitar el daño, pero ella quedó expectante esperando la llegada del tacto, del suave tacto del vino.
Segundo premio
Paradoja (Jean Pierre Bravo. Lima. Perú)
Allí está la botella de vino de la que te hablé. Cuando mi abuelo pisó la uva con la que se fabricó, jamás imaginó que su nieto no podría comprarla.
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