12/24/2012

FELIZ NAVIDAD

La espada oxidada os desea Feliz Navidad y un gran 2013. Un abrazo a todos.

12/19/2012

INTERNACIONAL MICROCUENTISTA

Vamos a echar una mano a Inter, porque se lo merecen. Porque se ha convertido en muy poco tiempo en una revista digital de referencia en el mundo del microrrelato. La Internacional Microcuentista ha presentado su candidatura al concurso de blogs de la revista "20 minutos" en la categoría de Cultura y Tendencias y nos piden su voto. No lleva nada de tiempo, tan solo se debe acceder a este enlace y luego, en la parte superior derecha, hay que registrarse. El registro no lleva más de un minuto. Una vez registrados, podéis votar por la revista. Actualmente ocupan el 5º lugar, pero con vuestra ayuda pueden poner el nombre del microrrelato en el primer puesto de la lista. Estaría bien, ¿verdad? Pues venga, no seáis vaguetes, que os llevará menos tiempo meteros en la página del póker on line.

12/16/2012

HERRAMIENTAS DEL MICRORRELATO: LA METAFICCIÓN


La metaficción en realidad es un género, pero aquí hablaremos de la metaficción como herramienta. La metaficción es toda obra de ficción que tiene contacto con la realidad de un modo u otro, ya sea tangencialmente o hasta el punto de confundirse realidad y ficción. La metaficción se puede practicar en cualquier arte literario o plástico que juegue con la ficción. Un ejemplo que nada tiene que ver con la Literatura son Las Meninas de Velázquez, en las que el autor refleja una escena, que si bien es real al tratarse de un retrato, aparece un juego de espejos en el que el mismo pintor está en el cuadro a través de esa ventana abierta a la realidad, esa ventana que es el espejo, un espejo que refleja su imagen pintando lo que solo él y el espectador están viendo. Se puede practicar la metaficción en la pintura, la literatura, los cómics, el cine, el teatro, la televisión, la escultura, la fotografía, o incluso los vídeojuegos. Pero hablemos de microrrelato. Y de herramientas. Hay varias formas de practicar la metaliteratura, un género que siempre tiene dos planos. Es la herramienta de los planos, de tal manera que un autor que juegue con ella debe manejar el plano de la realidad y el de la ficción. En el plano de la ficción colocaremos a un personaje A que es ficticio, y dentro de esa misma historia de ficción aparece un personaje B real, o viceversa. Imaginemos que hay una puerta que conecta ambos planos, y el personaje A o el personaje B la cruzan, metiéndose en el mundo del otro, o incluso se juntan en el quicio de la puerta, confundiéndose los dos mundos. Un ejemplo muy sencillo es coger al personaje A, que está dentro de una película, y sacarlo del plano de la realidad al de la ficción, donde se encontrará con el personaje B, que es de carne y hueso, como hizo Woody Allen en “La rosa púrpura de El Cairo” (Ver enlace de youtube). Otra opción igualmente válida es la contraria, y meter a un personaje A que es real, en un mundo de ficción, en el que habita el personaje B. El ejemplo más conocido de la Historia de la microliteratura es este texto de Cortázar, su relato más breve, que lleva por título “Continuidad de los parques”:

CONTINUIDAD DE LOS PARQUES
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. La luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

(Aquí tenéis un completo comentario de texto sobre este relato: http://www.sjuannavarro.com/files/continuidad.pdf)

Como podemos comprobar, en este texto el lector acaba asesinado por uno de los personajes que está leyendo porque el personaje B (imaginario) irrumpe en el plano de A (personaje real).

El esquema de este tipo de microrrelato sería el siguiente:

PLANO A (real)                      PLANO B (imaginario)
PERSONAJE A (real)            PERSONAJE B (imaginario)
                                PUERTA (obra de ficción)
                                 AUTOR (el mismo que escribe el texto o uno ficticio)
                                LECTOR (ficticio o real)

Con este esquema tan sencillo solo tendríamos que inventarnos dos escenarios, el real y el imaginario, y dos personajes, el de carne y hueso y el ficticio. Una vez que tengamos los personajes y los escenarios, la combinaciones son múltiples. Podemos introducir el personaje A en el plano B, el personaje B en el plano A, intercambiarnos de escenario o incluso intercambiar los planos, de manera que jugamos con estos cuatro elementos como si se tratara de piezas móviles, una especie de puzzle con piezas intercambiables en todas direcciones. Pero siempre tiene que haber una puerta que sea la llave de acceso entre ambos mundos, y esa puerta suele ser una obra de ficción (un libro, un cuento, un cuadro, una película, una canción, un cuento infantil, una fábula, etc.). De modo que también tenemos que elegir la “puerta” que nos apetece abrir y en qué dirección ir, hacia dentro, o hacia afuera, dependiendo de la dirección que tomemos, el resultado será distinto. Pero hay una opción más en la metaficción, y es cuando a esas cuatro piezas (dos escenarios y dos personajes), se añade la figura que observa la escena desde lo más arriba, el autor (puede ser el autor de verdad o un autor ficticio). También se puede introducir como personaje al mismo lector. Una vez que nos introducimos a nosotros mismos como autores en una historia pasamos a ser un personaje más. Dos ejemplos:

MADRID INSÓLITO
Paseaba por Vallecas cuando una fuerza desconocida me hizo entrar en un pequeño piso de planta baja que tenía la puerta abierta. Sobre una mesa camilla había un libro: Una guía de Madrid. No había nadie, así que movido por la curiosidad, robé la guía y salí a la calle. En la página cinco aseguraba que en un local de Luchana unos centauros tiraban cañas como nadie. Me acerqué hasta allí y un hombre con patas de caballo me puso una cerveza. Boquiabierto, la bebí de un trago y fui a otra dirección: un zoo de Atocha. La guía decía que tenían cíclopes salvajes, pero además pude ver trolls y hadas. Consulté la guía de nuevo y me dirigí a un museo en Gran Vía Nº 9. Unas vitrinas mostraban fósiles de gnomos y esqueletos de unicornios. Atónito ante este Madrid desconocido, fui a un restaurante de Sol atendido por ogros y almorcé carne de dragón. En la última página de la guía de Madrid aparecía mi nombre completo y la dirección del piso en el que había robado el libro. El texto decía que en esa casa vivía el único personaje de ficción de carne y hueso que existe en el mundo. Desconcertado, me dirigí de nuevo Vallecas. Llamé a la puerta, un hombre alto abrió, me tendió la mano y me dijo: —Hola, soy tu autor, pasa. Te estaba esperando.

En este caso que acabamos de ver, el personaje A, el real, es el propio autor, y su casa es el plano A, el real, mientras que ese Madrid insólito es el plano B, el irreal, y el personaje que recorre sus calles es el personaje B, el imaginario. La “Puerta” entre ambos mundos sería la guía turística. Podemos complicar los textos con más personajes, pero dada la naturaleza y extensión de los microrrelatos no es recomendable, ya que es un formato en el que tanto el número de personajes como de escenarios debe ser muy limitado porque no tenemos espacio para desarrollar tramas complicadas.

Otro ejemplo de Rosana Alonso:

THE END
Abro y cierro los ojos un par de veces: ella sigue ahí, sentada en el sofá del salón. Me mira y sonríe regañándome por mi retraso con un mohín encantador. Es más guapa de lo que imaginé y más mentirosa, porque me pregunta si me encuentro bien con una preocupación realmente conmovedora. Entonces pienso que es una broma de mi editor y sé que es imposible, aún no ha podido leer el manuscrito que le entregué esta mañana. Entro en mi cuarto y me digo que es una alucinación por estrés. Sin embargo, ella se acerca y me abraza. Aunque sé lo que me espera, la beso y me resigno. Tenía que haber cambiado el desenlace, pero siempre he odiado los finales felices.

Una puerta muy sencilla de utilizar entre ambos mundos es coger algún elemento que aparezca en la obra de ficción y hacer de ese elemento como si fuera real para asomarnos directamente. Por ejemplo, un número de teléfono, aunque también puede ser una dirección, como en el caso anterior, un mensaje grabado en un árbol, un grafitti en una pared, etc.

CONEXIÓN
“Clara, con su cuerpo enredado entre las sábanas, exhala el humo del cigarrillo. El aroma a tabaco inunda la habitación”, leí en una página de aquella novela que me había llevado a la cama. “'Toma nota de mi teléfono:6076784539, dijo Clara”. No sé por qué lo hice, pero marqué el número. Me sentí estúpido. ¿Qué hacía llamando a un personaje de ficción? “Soy Clara, esperaba tu llamada”, dijo una voz rasgada. “Acabo de leer el cuento en el que marcas mi número”, añadió despacio. Una bocanada de Malboro apareció en el lado derecho de mi cama, anegándolo todo.

En este caso hay que tener cuidado de no poner números reales, a no ser que realmente quieras molestar a alguien a quien no soportes y cuyo teléfono no dejará de sonar jamás. También puede ser un personaje de ficción al que odies, claro.
Por otro lado, la metaficción utiliza a su vez como herramienta la “intertextualidad”, de la que se nutre muy a menudo. Aunque en otra ocasión hablaremos de la intertextualidad como herramienta y le dedicaremos un post, sería casi imposible entender hoy en día la metaficción sin la intertextualidad, ya que en muchas ocasiones realizan una simbiosis perfecta. Es decir, textos universalmente conocidos que se mezclan con la realidad, personajes del siglo de oro que pasean por nuestras calles en pleno siglo XXI y se codean en los bares mano a mano con personajes contemporáneos o borrachos de Lavapiés, o incluso figurantes destinados a morir en una película de Godzilla, como este texto de David Mena.

FICCIÓN B
Era enorme y caminaba por las avenidas derribando los edificios a su paso como si fueran de cartón. El ejército poco podía hacer frente a aquella amenaza que resistía holgadamente cualquier tipo de impacto. Se movía con torpeza y si lo mirabas fijamente y comprobabas lo enorme que era, no podía evitar sentirte dentro de la ciudad como en una de esas maquetas que se exhiben en las oficinas de las empresas constructoras. El alumbrado estallaba contra sus mandíbulas en planos cortos. Si algo había claro en aquel momento en el mundo es que todos estábamos perdidos. Alguien dijo que aún había esperanza aunque no le creímos. Puede que saliéramos de esa, es cierto, ya que se encontraría alguna solución para acabar con la criatura, probablemente todo era cuestión de ganar tiempo. Pero entonces era demasiado tarde, porque lo cierto es que ya sabíamos que todos nosotros no éramos más que carne de ficción.

Otra de las muchas posibilidades de la metaficción es involucrar al lector y meterlo en la historia, como si fuera un personaje más, de la misma manera que se hace con el autor. Víctor Lorenzo Cinca nos deja amablemente el siguiente ejemplo:

EL MUNDO AL REVÉS
En la calle, una banda de gatos persigue a un par de perros asustados. Los peatones, como siempre, pasean por la calzada y los vehículos circulan por las aceras. Los conductores, menores de edad, dan el alto a los policías y les multan. Los ateos, rosario en mano, llenan la iglesia con sus rezos todos los jueves. Los políticos, cada cuatro años, eligen democráticamente a sus ciudadanos. Los comensales, en las cocinas de los restaurantes, preparan suculentos platos para satisfacer a los desganados cocineros. Para evadirme de ese caos, leo estas siete líneas que tú has escrito.

Por último, nos despedimos con un fragmento de “Niebla”, de Don Miguel de Unamuno. Aunque se trata de una novela, Unamuno manejó la Literatura de manera magistral en esta obra, con lo que despedimos este post a modo de homenaje con su texto.

NIEBLA (Fragmento)
"–¿Conque no, eh? ––me dijo––, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, ¡también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió...! ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, sí, se morirá, aunque no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de ficción como yo; lo mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su víctima…

12/13/2012

PIRAÑAS EN LA TORMENTA

Las pirañas continuamos nadando en aguas turbulentas de la mano de Menoscuarto, y en esta ocasión, lo hacemos nada menos que en un vaso en el que se desencadena una inmensa tormenta. Podéis nadar junto a nosotros en este enlace.

12/11/2012

EL LIBRO DE AZNAR

A veces, el sacrificado trabajo de periodista requiere leer libros de todo tipo. En lo que va de año he tenido que leer varias autobiografías de políticos de 200.000 páginas cada tomo, entre los que destacan las memorias de Mariano Rajoy, José Bono y ahora, José María Aznar. Creo que por eso me dedico al relato y al microrrelato, porque me podría volver loco si solo me alimentase de estas lecturas. Pues bien, una vez acabado el libro de Aznar, uno llega varias conclusiones:

 - El Rey le cae como el culo porque no fue a verle cuando tuvo el atentado, pero cuando llegó al poder lo ninguneó en plan “venganzaaaaa…”
- De pequeño ya tenía un esbozo de bigote, lo que comúnmente se conoce como “pelusilla”
- Está orgulloso de su cita más célebre y le dedica un capítulo entero, esa reflexión socráticocartesiana que versaba: “Váyase, señor González”.
- Aunque cree que tiene el cociente intelectual de un híbrido entre Stephen Hawking y Jessica Flecher, piensa que un cuaderno azul que contiene el nombre de su sustituto sobreviviría a un accidente aéreo, pese a estar hecho de celulosa, y no ser el típico cuaderno de teflón de toda la vida.
- No es de Valladolid.
- Nombró a Rajoy porque pensaba que iba a ser blandito con los nacionalistas y a veces se arrepiente de no haber seguido él otros cuatro años.
- La guerra de Irak no existió (ah, no, que eso es para el próximo libro).
- Son las memorias de un amnésico, no se acuerda de Correa ni del Bigotes el pobre, y eso que fueron a la boda de su hija.
- Está rencoroso con Rato (como con el rey) porque no le llama por teléfono.
- Le han escrito el libro.