Excálibur sigue oxidada en la roca esperando a que alguien se decida a sacarla, pero la gente pasa de largo...
10/27/2011
LA MICROBIBLIOTECA
*
* En la vitrina número uno pueden observar con lupa de gran aumento las cabezas reducidas de Kafka y Bioy Casares; en la número dos podrán contemplar a través del microscopio todas las portadas de los libros de David Lagmanovich pintadas en un grano de arena; en la urna tres, situada en la pared, tienen una mota de polvo ilustrada con un retrato de Juan José Arreola; en la estantería cuatro podrán leer las greguerías de don Ramón Gómez de la Serna en el canto de una hoja papel cebolla; el número cinco es la molécula de H2O que hay en el cubo de la entrada y en cuyas aguas flota una réplica del dinosaurio de Monterroso; y si lo desean, disfrutarán de una transcripción de las obras completas de Borges talladas en una partícula de pedernal que hay en la vitrina seis, bajo el extintor; con el microscopio electrónico advertirán que, a la izquierda del asterisco situado en la parte superior del folleto, hay un átomo de papel alrededor del cual orbita un electrón. Ahí habita "El increíble hombre menguante", nuestro creador. Observen cómo pone el punto final a este microrrelato.
Este microrrelato está dedicado a la microbiblioteca Esteve Paluzie de Barberà del Vallès, lo podéis ler en este enlace:
http://lamicrobiblioteca.blogspot.com/2011/10/zoom-i-microrelat-inedit-dedicats-zoom.html
10/25/2011
NOSOTROS MATAMOS A DAVID FOSTER WALLACE
Nos convertimos en unos auténticos desalmados hijos de perra. Nosotros
solos acabamos con la vida de, al menos, una veintena de escritores. Esas
muertes siempre se relacionaron con el suicidio. Escritor atormentado y
suicidio eran un silogismo atractivo para la prensa y obvio para los forenses.
Al primero lo matamos sin querer. Al segundo lo quitamos de en medio con el fin
de demostrar que nuestra teoría tenía sentido. Al resto los asesinamos sin
piedad. Nos convertimos en asesinos en serie. Todo comenzó cuando acabamos el
taller de escritura. Decidimos hacer una tertulia literaria todos los viernes
por la tarde. Leíamos nuestros textos en voz alta para que el resto los
desollara sin complejos y, de esta forma, acabar el año con un proyecto
literario bien armado. También comentábamos el libro de un escritor conocido
una vez al mes. David Foster Wallace se suicidó justo al día siguiente de que
analizásemos “La niña del pelo raro”. Nos quedamos sorprendidos. Inquietos.
Excitados. Podía tratarse de una casualidad, pero decidimos corroborar nuestra
descabellada hipótesis. Elegimos a otro autor cuyo nombre obviaré en esta
confesión. Horas después de nuestra tertulia, se tiró por el balcón, estallando
en mil pedazos. La hipótesis se convertía en fórmula. Podíamos haber elegido
escritores muertos, pero nos divertía la idea de jugar con la vida de aquellas
personas omnipotentes y convertirlos en frágiles personajes. Primero escogimos
a escritores que nos caían mal. Luego decidimos hacer una limpia y
seleccionamos a unos cuantos escritores malos, sobre todo de best-sellers. Más
tarde decidimos convertir en autores malditos a gente realmente buena. También
subimos a los altares del martirio a un par de jóvenes promesas y a poetas de
una sola obra. A partir de ese momento no nos regíamos por ningún criterio.
Solo disponíamos de sus vidas, de la misma manera que ellos manejaban el
destino de los personajes a su antojo y conveniencia. Comentábamos sus obras en
la tertulia, y esa misma semana abrían la espita del gas o se cortaban las
venas en la bañera. Mientras, continuábamos escribiendo nuestros propios
textos. “Ella” fue la primera en acabar su proyecto, una aborrecible novela
corta sobre la culpa. Aún recuerdo su sonrisa cuando acabó de leernos el último
capítulo y cómo comenzó a revolverse en la silla con mis crueles comentarios.
Se levantó entre terribles convulsiones, pero ninguno llegó a tiempo de cerrar
la ventana. Yo permanecí sentado con los papeles en la mano. Aquella fue la
última vez que nos reunimos. Hasta esta tarde. Sé que se han visto. Sé que han
hablado de mi último libro.
10/24/2011
10/14/2011
10/13/2011
TITIRITEROS
Los sábados por la mañana nos solía despertar el
rugido de un tiranousario rex que acompañaba en su espectáculo a un matrimonio
de biólogos. Ella tocaba el organillo electrónico y él colocaba una escalera a la
que se solía subir (no sin cierta dificultad) el dinosaurio. Hace ya algún
tiempo sustituyeron el reptil por un mamut lanudo, menos ágil aún, si cabe, que
el tiranosaurio. El paquidermo superaba sus dificultades motrices a fuerza de
voluntad, y al ritmo de rumba catalana lograba colocar las cuatro patas en la
pequeña cima de la escalera. Cuando llegaba a la cumbre, elevaba la trompa al
cielo como si fuera un clarín celestial y barritaba al público de las ventanas.
Avisamos a la sociedad protectora de animales para que les quitasen el mamut y
no nos molestasen más por las mañanas, pero nos respondieron que la legislación
no contempla cómo actuar contra la tenencia de animales extinguidos. El sábado,
el matrimonio volvió por el barrio con una nueva especie: un hombre neandertal.
Tampoco podremos hacer nada al respecto.
10/11/2011
PREPOSICIÓN SOCIAL
A ese mimo le sienta el traje como un guante, me digo.
Trabaja dentro de un espejo
ante todo el mundo, en mitad de Callao esquina calle
Preciados.
Bajo su elegante sombrero asoman cabellos engominados y un
traje gris, si
cabe, aún más refinado que su corbata granate,
impecablemente planchada.
Con su vestuario transmite una posición social poderosa, como de consejero delegado.
Con su vestuario transmite una posición social poderosa, como de consejero delegado.
Contra lo que
pudiera parecer, su espectáculo es el del clásico mimo. Un juego
de manos en el que
palpa las paredes del espejo en el que está encerrado.
Desde lejos parece
un truco, pero al acercarme lo veo muy real. Parece que está
en el interior de
un vidrio y no puede escapar. Coloca la palma de las manos
entre él y el
público, y palpa la superficie, como si estuviera en una urna de
cristal.
Hacia mitad del espectáculo, las cachas de sus mofletes se
aplanan al intentar salir.
Hasta él llega una multitud. La muchedumbre, sorprendida, se
arremolina
para hacerle fotos. El mimo parece desesperado por huir de
su cárcel transparente,
por lo que nadie se explica el final. Cuando acaba el
espectáculo se cuadra y saluda
según los cánones
clásicos, con una pronunciada genuflexión. En mitad de los aplausos,
sin pudor alguno, irrumpe
un mendigo pasando el platillo en busca de monedas.
So pena de sufrir
alguna agresión, el indigente insiste en cobrar por el espectáculo.
Sobre su cabeza
reposa un sombrero cochambroso. Viste un traje gris raído y sucio y
tras el trapo granate del cuello, asoma la misma cara del mimo atrapado en el espejo.
10/07/2011
"MASCOTAS" EN PUNTO RADIO
Mi microrrelato "Mascotas" en Punto Radio Castilla y León, de la mano de Pablo Garcinuño. Gracias, Pablo. En el minuto 10:44.
http://www.goear.com/listen/c236b47/pg-4-cyl-en-red-la-isla-castilla-y-leon-radio
10/06/2011
MONOPOLIO
Tras años caminando entre la maleza, la expedición, al fin, descubre una gasolinera. Está en ruinas, pero el esfuerzo ha merecido la pena. El arqueólogo más joven se acerca al esqueleto metálico de un estante. Palpa el óxido con las manos y desliza el pincel suavemente, de lado a lado. Los pelos de marta desplazan las partículas de polvo que se han acumulado a lo largo de los siglos y dejan al descubierto un fósil rectangular de unos diez por cinco centímetros. Los dos agujeros del centro parecen mirarle a los ojos.
—Lo llamaban cassette —dice el jefe de la expedición con un tono grave.
La única canción que la Humanidad logró salvar tras la debacle fue “Nada cambiará mi amor por ti”, de Glenn Medeiros, una balada de finales del siglo XX. Desde que aquel pastor encontró una copia en su cueva, el tema (cuyos derechos ostenta el Gobierno) se emite en cada una de las emisoras de radio y las televisiones de la Tierra. Todos los cedés, los vídeos, los musicales, los anuncios, las óperas, incluso las bandas sonoras de las películas de terror versionan “Nada cambiará mi amor por ti” al dance, al tecno, el rock, al acid, al punk o al hard rock. Los vendedores la cantan en los mercadillos, las madres la tararean para dormir a sus bebés, los programas de deporte la usan como sintonía, incluso los curas la entonan en los bautizos, las misas y los funerales. No hay otra opción. Glenn Medeiros o nada. Tan solo el silencio.
—Este artilugio está fechado en los años noventa del siglo XX —sentencia el arqueólogo con más experiencia mientras estudia el fósil. Los arqueólogos llevan años buscando un vestigio de música. El equipo sabe que si los técnicos consiguen recomponer su hallazgo, el planeta podrá renovar su repertorio. El jefe de la expedición se pone unos guantes de látex, sopla en las bobinas y coloca el cassette en uno de los viejos reproductores de doble pletina que el grupo lleva siempre consigo. Después de un sonido roto, como de arena cayendo sobre un plástico, se escuchan unos pocos acordes y seis palabras que reproduce toda la expedición al unísono. Con lágrimas en los ojos.
— Sueño contigo, ¿qué me has dado?
10/03/2011
PRETENCIOSIDAD
—Our young Irish bards, John Eglinton censured, have yet to create afigure which the world will set beside Saxon Shakespeare's Hamlet thoughI admire him, as old Ben did, on this side idolatry. —All these questions are purely academic, Russell oracled out of hisshadow. I mean, whether Hamlet is Shakespeare or James I or Essex.Clergymen's discussions of the historicity of Jesus. Art has to reveal to usideas, formless spiritual essences. The supreme question about a work of artis out of how deep a life does it spring. The painting of Gustave Moreau isthe painting of ideas. The deepest poetry of Shelley, the words of Hamletbring our minds into contact with the eternal wisdom, Plato's world ofideas. All the rest is the speculation of schoolboys for schoolboys.A. E. has been telling some yankee interviewer. Wall, tarnation strikeme! —The schoolmen were schoolboys first, Stephen said superpolitely.Aristotle was once Plato's schoolboy. —And has remained so, one should hope, John Eglinton sedately said. Onecan see him, a model schoolboy with his diploma under his arm.He laughed again at the now smiling bearded face.Formless spiritual. Father, Word and Holy Breath. Allfather, theheavenly man. Hiesos Kristos, magician of the beautiful, the Logos whosuffers in us at every moment. This verily is that. I am the fire upon thealtar. I am the sacrificial butter.Dunlop, Judge, the noblest Roman of them all, A. E., Arval, the NameIneffable, in heaven hight: K. H., their master, whose identity is no secret toadepts. Brothers of the great white lodge always watching to see if they canhelp. The Christ with the bridesister, moisture of light, born of an ensouledvirgin, repentant sophia, departed to the plane of buddhi. The life esoteric isnot for ordinary person. O. P. must work off bad karma first. Mrs CooperOakley once glimpsed our very illustrious sister H. P. B.'s elemental.O, fie! Out on't! Pfuiteufel! You naughtn't to look, missus, so younaughtn't when a lady's ashowing of her elemental.Mr Best entered, tall, young, mild, light. He bore in his hand withgrace a notebook, new, large, clean, bright. —That model schoolboy, Stephen said, would find Hamlet's musings aboutthe afterlife of his princely soul, the improbable, insignificant andundramatic monologue, as shallow as Plato's.
John Eglinton, frowning, said, waxing wroth: —Upon my word it makes my blood boil to hear anyone compare Aristotlewith Plato. —Which of the two, Stephen asked, would have banished me from hiscommonwealth?Unsheathe your dagger definitions. Horseness is the whatness ofallhorse. Streams of tendency and eons they worship. God: noise in thestreet: very peripatetic. Space: what you damn well have to see. Throughspaces smaller than red globules of man's blood they creepycrawl afterBlake's buttocks into eternity of which this vegetable world is but a shadow.Hold to the now, the here, through which all future plunges to the past.Mr Best came forward, amiable, towards his colleague. —Haines is gone, he said. —Is he? —I was showing him Jubainville's book. He's quite enthusiastic, don't youknow, about Hyde's Lovesongs of Connacht. I couldn't bring him in tohear the discussion. He's gone to Gill's to buy it.
ULYSES (EPISODE 9 - SCYLLA AND CHARYBDIS), JAMES JOYCES
El protagonista del hiperbreve, empequeñecido, mira hacia arriba, estira los brazos e intenta sostener la cita que se le viene encima.
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