1/03/2022

EL TRUCO Y LA MAGIA

 

El cuñado pesado fue el más fácil de localizar durante el cásting de familia. Este año se presentaron cientos a la entrevista que concertamos las asociaciones de padres. El nuestro se haría pasar por el nuevo novio de la prima Inés. La consigna era que lanzase al aire improperios políticos y chistes cargados de lugares comunes. El bisabuelo Ezequiel era muy mayor, pero conseguimos contratar dos bebés gemelos que harían de bisnietos. Contratamos a tres niños pequeños, dos adolescentes, una abuela con mecedora y dos matrimonios amigos de toda la vida. Todo iba según lo previsto, como cada año. Sabíamos que esa noche del 5 de enero los Reyes Magos nos estaban espiando. Cuando se fueran los falsos invitados dejaríamos la leche para los camellos y nos acostaríamos en las camas para hacernos los dormidos. Con un ojo abierto y otro cerrado. Cada Navidad merecía la pena todo el esfuerzo. Era enternecedor observar cómo le brillaban de ilusión los ojos a Melchor. Gaspar gozaba colocando los regalos en una una pila bien ordenada, con los lazos rojos a la vista. Y Baltasar, ay, Baltasar, se le saltaban las lágrimas al meter las monedas en las zapatillas de estar por casa. Al acabar la faena salían al balcón y subían a otro hogar para continuar con el reparto. Misión cumplida. Un año más el gran teatro llegaba a su fin. Nos embriaga el júbilo al ver a los Reyes Magos felices tras un viaje tan largo. Han pasado siglos y aún no lo saben. Los niños son los padres. Desde el Roque de los muchachos se vio brillar un trineo tirado por renos.

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