5/17/2007

SE ABRE EL TELÓN


En la localidad salmatina de Alba de Tormes, aparte de aquel famoso III Duque de Alba, descansan los restos de otra santa (recordando el post anterior) que murió allí en 1582, pero curiosamente esta santa no es conocida por sus poses con armas (no sé si el cilicio es un arma), sino por sus arrebatos místicos (¿serían a lo Paz Vega o a lo Concha Velasco?). Santa Teresa de Jesús fue la primera mujer doctora de la Iglesia, y tratándose de la época, no está nada mal el mérito de la monja castellana. Quizá este sábado, al escuchar el sonido del castellano antiguo, sobrevuele Alba de Tormes movida por la nostlgia, y se siente en una butaca del pequeño teatro para echar un vistazo a una modesta obra de época que estrenamos allí a las 9 de la noche. Todos están ilusionados, todos quieren dar lo máximo, aunque se pague apenas para cubrir gastos y no llegue a llenarse el aforo. Siempre liado con los guiones de la tele y con la afición adictiva a escribir relatos cortos, nunca me había planteado escribir una obra de teatro, así que, Antonio, Gema, aunque no leáis esto, habéis sido un poco kamikaces al confiarme esa tarea, a cruzar los dedos. Y mucha mierda para todo el equipo, eso significará que habrá un montón de caballos cagándose en la puerta a la espera de que salgan sus dueños de ver la función (en su versión moderna, que habrá muchos dueños de turismos contaminando el pueblo con sus fugas de gasolina). Las espadas ya están afiladas, los actores, a punto de batirse en escena, los personajes comienzan a desperezarse para tomar vida, los escenarios apilados, deseando desplegarse, y las palabras embutidas en el cuaderno cerrado, a punto de salir volando. Ahora, la sensación es un tanto mística, como cuando Santa Teresa escribió aquello de: "Vivo sin vivir en mí, y de tal manera espero, que muero porque no muero".

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