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—Venderé la casa y nos iremos lejos —le dijo el hombre a su amante. —Tranquila, nunca encontrarán su cuerpo —añadió con un susurro. Tras colgar el teléfono entró en su dormitorio y encendió el flexo. La sombra de una mujer se proyectó sobre la pared del cabecero de la cama. Miró alrededor. No había nadie en la habitación, así que apagó la luz con un gesto brusco. La volvió a encender y comprobó que la silueta permanecía inmóvil en el gotelé. Puso su mano frente a la bombilla, y la sombra chinesca de sus dedos se agitó inquieta junto a la mano de la mujer. La figura le agarró por la muñeca y tiró de él con fuerza. Sobre la mesilla, la foto de su esposa parecía sonreír satisfecha mientras observaba la sombra de su viudo encerrada en la pared.