3/30/2012

DE PANCARTAS

Ayer durante la manifestación comprobé que la mayoría de los lemas eran muy generales, y muchos de ellos tan antiguos que tenían al menos 30 años, al estilo "hacía falta ya una huelga general", "No nos mires, únete", o "Manos arriba, esto es un atraco" (todo con un soniquete que siempre suena igual, algo así como "naná nananaá, naná nanananá", como una plantilla en la que caben todo tipo de frases que rimen un poquillo). El Movimiento 15-M se curró mucho más los lemas que los sindicatos, con frases ya famosas como "No hay pan para tanto chorizo", "Si viene la policía sacad las uvas y disimulad" (en la puerta del Sol) o "Que nos gobiernen las putas, porque sus hijos nos han fallado". Así que propongo que a cualquiera que se le ocurra algo para modernizar un poquito esos lemas tan anquilosados, lo escriba como si fuera un hiperbreve, para que entre en la pancarta. Yo dejo el mío, es un poco largo: "Seguimiento de la huelga al 100% en el aeropuerto de Castellón. El Gobierno culpa a los piquetes".

3/28/2012

LA ESPADA OXIDADA, POR UN DÍA, REGRESA A LA ROCA

Reproduzco mi sentir en una opinión expresada en Facebook:


Los sindicatos UGT y CCOO nunca me han ayudado a nada cuando he acudido a ellos (un par de veces, cuando trabajaba en Telemadrid) por no ser fijo de una empresa grande (era autónomo), pero la huelga no las convocan las comunidades de vecinos ni los equipos de cinquillo, las convocan ellos, te gusten o no, sean vagos o chupones. Lo que no me gusta es la reforma laboral que va a acabar de un plumazo con todo por lo que mucha gente se dejó la vida, literalmente, o la mitad de su existencia en la cárcel. Tampoco me gusta el cainismo entre algunos trabajadores que estoy leyendo en las redes sociales, insultándose entre los que hacen huelga y los que no. Es patético. Es un derecho hacerla o no hacerla, y agredir a tus compañeros por ejercer el derecho de ir a la huelga o el derecho a ir a trabajar es igualmente fascista. Lo del miedo lo entiendo, el temor es libre, es lo único que entiendo de verdad. Tampoco es cierto que solo se hagan huelgas al PP, de siete huelgas generales, cinco han sido al PSOE, así que no politicemos el asunto, ya estamos con las dos Españas. Todos somos curritos sin patrimonio, y si te falta el salario, no tienes nada. Al final, lo que queda con esta Ley es la precariedad, mientras los curritos o parados se insultan, desviando la atención de lo que supone, por ejemplo, que te echen a la calle por ponerte malo con baja justificada. Vale, ya está, podéis seguir hablando de fútbol o de libros que molan. Una vez me dijo un escritor que él no se mojaba para no sesgar el perfil de sus posibles lectores. Profundidad intelectual, sí señor. Lo que no se puede hacer es ceder todo en bandeja de plata, todo por lo que muchos se dejaron la vida y la salud. Yo hago huelga, y espero que nadie me insulte ni tome represalias por ello. Respeto al Gobierno del PP, democráticamente elegido, pero no estoy de acuerdo con esta reforma. Tengo derecho a expresarme, si no, estaríamos en Siria, y eso ya lo superamos hace unas cuantas décadas.

PRE-HUELGA

Este blog estará mañana de huelga, mientras, os cuelgo las razones, que muy bien comentan los compañeros de "El Intermedio". En este enlace.

3/26/2012

DÉNUNCIA Nº1524384

Él denúnciado, él séñor Álonso Mejiás, leyo “Tintóreria” en él rotuló cuandó entro en él lócal con sus sabanas sucías dé tómate. Aségura qué todás las tildés habian cámbiado dé sitío, y no soló la del cártel. Los folletós, qué anunciabán lo ultimo en lávado rapidó, tenián las tildés descolocadás, comó sí hubierán arrojadó un púñado al ázar sobré las palabrás. “¿Que ésta ocúrriendo?”, pregunto él denúnciado a una clientá muy sería con la qué se topo en la colá. “¿Le pasá algó, séñor?”, ápunta él declaranté qué le dijó la chicá dé uná mánera extrañá. Ségun él séñor Mejiás, la mútacion no soló erá ortotipograficá, sinó qué tambien habian cámbiado los acentós en la comunicacion vérbal. Sé dirígio hacía la callé. Áfirma qué no habia ni un acentó en su sitío en los létreros, ni en él articulo de periodicó qué habia en el súelo. Hablo con un par dé taxistás y un véndedor ambulanté qué támbien sé dirígio a el dé aquellá mánera extrañá. Él séñor Mejiás índica qué sus sóspechas sé confirmarón. Saco un libró que llevabá en él bolsó y leyo el titulo: “Criadás y señorás”, una celebre obrá sobré él servició domestico. Él declaranté sé confiesá muy duchó en órtografia castellaná (íncluso dominá el ingles), pero aségura qué no fue cápaz dé ásimilar lo qué el denominá “nuevás normás grámaticales”, ya qué considerá qué él nuevó sístema no es nadá practico. Hacé unos mesés, al denúnciado le domino uná dépresion qué le mino él animo, cambio él te por el álcohol y lo écharon del trábajo qué tenia. Él declaranté señalá qué despues dé hácer la milí en él ejercito del airé, comenzo a trábajar dejandosé medía córnea* en un empleó dé corréctor edítorial, uná émpresa qué luegó presidio. Tras su despidó, su destinó cambio: pérdio la casá, le abándono su esposá por adultero, y desdé éntonces cayo en el olvidó, habito en las callés, y vago dé un ladó a otró comó anima en pená. No quíere revólver en él pásado, peró no cónsigue ólvidar a la mújer qué amo. Sé ha cónvertido en un indigenté, afirmá éstar comó uná cabrá y da su vidá por pérdida. Señalá qué, comó él qué no llorá no mamá, súplica dínero al publico con un cártel llenó dé faltás dé ortógrafia a la éntrada dé uná libreriá, própiedad dé los denúnciantes. Aségura qué no puedé évitar éscribir asi, qué le enseñarón a expresarsé dé está formá, qué no cambiá los acentós pará dar lastima. 


*Fé dé érratas: Dondé dicé “córnea” debé decir “cornea”.

3/22/2012

LA VIDA ANTÓNIMA

Pinchar en la imagen para ampliar.

3/20/2012

A DORMIR VA LA ROSA

El autobús estaba abarrotado. El murmullo de la multitud me estaba provocando sueño. Cuando entró la anciana se me estaban cerrando los ojos, pero me levanté para cederle mi asiento. Ella me respondió con una sonrisa extraña, muy sorprendida, como si nunca le hubieran dejado un sitio. En la siguiente parada, la señora se levantó, me observó un instante y se bajó  canturreando una melodía. Entonces lo supe, pero no fui capaz de decir nada. Miré por la ventanilla y vi cómo se alejaba tarareando aquella nana:


“A dormir va la rosa 
de los rosales,
a dormir va mi niño 
porque ya es tarde. 
Mi niño se va a dormir 
con los ojitos cerrados, 
como duermen los jilgueros 
encima de los tejados. 
Este niño tiene sueño, 
muy pronto se va a dormir;
tiene un ojito cerrado 
y otro no lo puede abrir”.

3/19/2012

A LOS PADRES, ESA FIGURA INCOMPRENDIDA

“Hoy voy a recibir mi primera comunión. Dicen que un cura te da una hostia, pero que no duele nada. Nos hemos levantado temprano para ponerme el traje de marinerito. Mi madre se ha cabreado mogollón cuando ha visto que mi padre me ha puesto unos pendientes de aro, un parche en el ojo y un traje de Capitán Barbarroja que compró en un chino del barrio. Mi padre dice que no es para ponerse así, que Barbarroja era marinero, y además capitán. Los demás van de rasos y yo de oficial con grado. Mamá me ha cambiado a todas prisas y hemos ido a la iglesia. A la salida de la misa los padres de los demás niños han tirado monedas. He podido ver cómo mi padre se abalanzaba sobre los euros. A un señor de bigote muy grande le ha pisado la mano. Ha sido muy bonito, pero creo que a mi segunda comunión no invitaré a mi padre. Es un egoísta. Al final él ha sido el que se ha llevado más hostias”.

3/16/2012

PROYECTO CELSIUS

Os dejo una interesante propuesta del erudito "El cazador de intervalos" Manuel Rebollar Barro, autor del blog "El lado oculto de la mirada". Anímense ustedes, es una iniciativa de esas con las que va cobrando forma un género que empieza a andar solo, sin ayuda de su padre, el cuento. Os dejo el mensaje de Manuel:


Tras mucho leer últimamente lo que sí es y lo que no es microrrelato y si está a la altura literaria que se merecen los grandes, se me ha ocurrido que podríamos promover una iniciativa para el día 23 de abril que se llamaría "Proyecto Celsius" (un guiño a Farenheit pero con menos grados, faltaría más): la iniciativa consistiría en coger una de las obras magnas de la literatura mundial (podríamos seguir el canon de Harold Bloom, por ejemplo) y utilizar el alambique para extraer la esencia de los grandes clásicos de la literatura en microrrelato. No hablamos de resúmenes, todo lo contrario, hablamos de qué habrían hecho Cervantes, Shakespeare, Flaubert, Joyce, Dostoievski, Twain, Swift, Austen, Conrad, Woolf, Steinbeck... si hubieran sido autores de microrrelatos.

3/15/2012

MIS MICROLECTURAS

He tenido el honor de inaugurar una sección en el blog de Fernando Valls, "La nave de los locos". Una nueva sección en la que varios autores de microrrelatos contarán su experiencia con el género. Cómo lo descubrieron, cómo se acercaron a él, qué autores prefieren, qué han leído... La entrada, en este enlace.  

3/13/2012

SPIN OFF

Tu nuevo vecino es famoso. Era el protagonista de tu serie favorita. Tienes todos los DVD,s. Al principio pensaste que sería Kelsey Grammer, el actor que encarna al psiquiatra Frasier Crane, pero no. Él es Frasier en persona. Un personaje de ficción en carne y hueso. Tiene su consulta puerta con puerta con tu casa. Por allí desfila todo el elenco de seres que pueblan los episodios: su padre Martin, Daphne la terapeuta, Eddie el perro, o Niles el hermano pequeño. Los observas a través de un agujero que has hecho en la pared. Al principio pensaste que todos eran actores, pero no, no actúan. Repiten palabra por palabra los diálogos. Te los conoces de memoria. Incluso puedes escuchar las risas enlatadas que ellos no pueden oír después de cada chiste. Es extraño convivir con personajes que, en realidad, no existen fuera de la comedia para la que fueron escritos. Los actores deberían saber que sus personajes tienen vida propia. Al fin y al cabo se sirven de su imagen para existir. Como un parásito alienígena que invade un cuerpo. Pensaste si tú también serías un personaje de ficción y tu destino lo escribe un equipo de guionistas, pero tienes libre albedrío. Eres real. Te mueves a voluntad. Te mudaste a Seattle porque tú lo elegiste. ¿Podrías entonces intervenir en la vida de Frasier? Cómo admiras a Frasier. Lo sigues desde que no era más que un secundario en Cheers. Cómo te alegraste cuando lo convirtieron en protagonista. Un “spin off”, le dicen ahora. Sacan a un secundario popular de la sombra y le ponen los galones de protagonista para que sea el capitán de su propia serie. Te encantaría entrar en su consulta, ¿verdad? ¡Bastardo! ¡Crees que necesitas un psiquiatra que te medique de nuevo para librarte de mí! No te debieron encerrar en el manicomio por matar a aquellas personas en el motel. Tú y yo sabemos que fui yo quien lo hizo. Yo empecé la carnicería acuchillando a aquella zorra en la ducha. ¡Tú lo sabes! ¿Por qué me quitaste el mérito ante la policía, hijo mío? ¡No me restes protagonismo! ¡Reniegas de mí! ¡Te avergüenzas! ¡Siempre escondiendo a tu madre! ¡Si intentas de nuevo hablar con ese psiquiatra, convertiré la comedia de Fraser en un drama! ¡El llanto enlatado sustituirá a las risas! ¡Aléjate de la puerta! ¿Dónde vas, Norman?

3/09/2012

SOY AZUL


Como llega el fin de semana, os dejo un relato largo, por si os queréis entretener un rato en el sofá. Es un cuento que forma parte de mi primer libro de relatos, "El desguace", y al que tengo especial cariño. En su día, este texto obtuvo un premio que me animó a seguir por el camino de la experimentación. Utiliza una técnica narrativa un tanto arriesgada en el uso del narrador/es. Buen fin de semana.

¿Mi época neoyorquina? Siéntese. Intentaré explicar la historia a los lectores de su periódico. El color de la sangre para mí siempre había sido verde hasta que apareció ella. El año en el que comencé a pintar, ríos de color verde regaron las calles de Soweto. Los afrikaners mataron a seiscientos de mis compañeros de clase a tiros tan sólo por una manifestación en contra de su idioma. Para aquellos niños el afrikaner era la lengua de los represores durante aquellos días de aparheid en el que la vida era para todos en blanco y negro. Para todos menos para mí. Me gusta el color. En la escuela nunca se me dieron bien los idiomas, ni las matemáticas, por no hablar de la gimnasia. En cambio, tenía un don: el dibujo. Pasaba días abstraído en mi pupitre esbozando bocetos. Tras la matanza de Soweto los maestros nos pidieron a los niños que reflejásemos lo ocurrido en murales para hacer una exposición que conmoviese a los periodistas extranjeros, a gente como a usted. Nunca vino ni un solo reportero a nuestra pequeña exposición. La policía no permitió el acceso a nadie. Pero aquel día descubrieron mi pequeño defecto. La gente se apilaba frente a mi cuadro, que colgaba en la pared junto al del resto de las pinturas de los otros críos.  Aunque en el arte africano destacan los colores vivos, aquello parecía una obra de vanguardia. En aquella época el arte contemporáneo no era muy popular en África. El profesor me preguntó por qué pintaba a los negros de azul y a los blancos de amarillo. Le respondí extrañado que así es como veía el mundo. ¿Es que el resto no lo percibía igual que yo? Para mí el color negro era azul, el blanco, amarillo, y el rojo, verde. Mis dibujos eran espléndidos, pero tenía un problema. No percibía el mundo como el resto. Unas células con forma de bastoncillos transformaban toda la gama cromática de mis ojos. Siempre he pensado que cada uno ve todo lo que le rodea a su manera. ¿Sabía que los colores no existen? La margarita que usted aprecia blanca, una abeja la ve morada. Todo depende de la longitud de onda de la luz que capta cada retina. Pero en Soweto nadie sabía nada de longitudes de onda. Me convertí en un niño diferente. En una especie de pasatiempo objeto de todo tipo de bromas. El niño azul, me llamaban. Y ser azul en un mundo de blancos y negros era no ser nadie. Se burlaban de la coordinación de mi vestimenta, me cambiaban las pinturas de sitio y me manchaban la cara. Mis padres y mi hermana intentaron alejarme de la pintura, pero yo jamás la abandoné. Cuando acabé la enseñanza primaria me fui a vivir con mis pinturas y mis telas a una chabola de las afueras, a un lugar infecto, plagado de ratas, de pintores yonkis y escultores borrachos que tallaban una madera quebradiza llena de poros. Me ganaba la vida a duras penas con mis lienzos, que malvendía en un mercadillo situado a una hora de camino de mi inmundo hogar. Era feliz y miserable. Ambas cosas.
          Mogae, cuando has salido hoy por la puerta del apartamento he quemado todos tus cuadros en la bañera. Todos menos uno. Ese autorretrato lleno de color en el que sujetas un pincel entre los dientes. Unas gotas de pintura caen en tu interior. Pelaste tu cuerpo para mostrarme tu alma. Y nunca fui capaz de verla. Nueva York no es lugar pata ti, ni yo soy la mujer que te haría feliz. Con los años, los críticos de arte le darán un nombre de color a la época en la que estuviste conmigo. Su etapa amarilla, dirán. Como el período azul de Picasso. ¿Sabías que el artista más importante del siglo XX era disléxico? La dislexia dificultó su aprendizaje en la escuela, pero su padre, un profesor de Bellas Artes, le animó en su deseo de ser artista. El pequeño Pablo poseía un increíble talento. Desde una edad muy temprana había desarrollado el sentido de cómo las personas querían verse y cómo les veían los demás. Desarrolló un sentido único de la belleza y estilo que atraía a la gente. Pablo pintaba las cosas sin orden, hacia atrás, o al revés. Sus pinturas mostraron el poder de la imaginación y la creatividad de la psicología humana. El día que te descubrí en aquel cochambroso mercadillo de Sudáfrica me dije: Éste chico tiene talento. Si me lo llevo a Nueva York puedo sacarle partido en las galerías de Arte Moderno. Pensé que pintabas las cosas tal y como las veías, pero no sabía que lo hacías de una forma tan literal. Si me hubieras dicho que eran las obras de un daltónico seguramente te habría minusvalorado. Mi error fue intentar cambiarte. Siempre me verías amarilla y tú siempre serías azul. Tú hacías que aquel lugar tan deprimente de Soweto brillase con luz propia. Cuando me arruiné con el fracaso de mi última galería, un espacio desde el que intentaba promocionarme con pintores noveles, fui a tu país a buscarme a mí misma, pero te encontré a ti. Y te descubrí ante el mundo. Quizá debí ofrecerte unas pocas monedas por tus cuadros y continuar mi camino al hotel. Pero el tono indefinido de sus ojos me fascinó. Nunca te gustó que los neoyorquinos te dijeran que eras de color. ¿De qué color? Solías preguntarles. ¿De color negro? En África estáis orgullosos de ser negros. Pero tú, tú no eres negro. Eres azul.
-        ¿Cuánto cuesta este cuadro?
Una mujer blanca, de baja estatura pero coqueta, llena de pecas y con el pelo rizado, señalaba uno de los cuadros de Mogae. Un paisaje de hierba anaranjada con una puesta de sol lila.
-        ¿Cuánto ofrece?
Mogae estaba extrañado de ver por allí a una mujer como ella. Iban muchos blancos aquel mercadillo destartalado (allí había suficiente policía como para invadir todo África), pero ella era diferente. La veía menos amarilla que al resto, tenía un tono más natural, más anaranjado, y no tenía ese gesto arrogante que los afrikaners mostraban a los suyos. Las pecas de su rostro formaban una línea de puntos azules sobre su nariz.
-        ¿Sueles vender mucho?
La mujer bajita se mostraba tan interesada en la obra de Mogae que comenzó a revolver todas las telas. Parecían interesarle los retratos.
-        Tu obra es muy peculiar, tiene un color especial. Nunca había visto algo así.
-        Me gusta el color.
-        ¿Conoces a Van Gogh? Era un pintor holandés que no vendió un cuadro en su vida. Ahora los venden por millones de dólares.
-        Menudo consuelo, señora. ¿Tengo que esperar a morirme para vender?
-        Te compro cinco telas por cien dólares. 
-        ¿Cien dólares? Trato hecho. Se los enrollo.
-        ¿Cómo te llamas?
-        Me llamo Mogae, señora.
-        Yo me llamo Sarah. Volveremos a vernos, Mogae.
La mujer bajita cogió las telas enrolladas y se perdió entre la muchedumbre del mercado de nuevo. Mogae no había ganado 100 dólares en toda su vida. Quién le iba a decir que esa mujer pecosa cambiaría su vida.
          Sarah hizo que me sintiera importante. Mis colores la habían fascinado. Al mes volvió a Soweto. Yo siempre colocaba mi puesto en el mismo lugar, así que pudo encontrarme fácilmente. Cuando se acercó a mí, su piel era algo más amarilla que la última vez, pero su cara conservaba aquellos rasgos agradables. Me dijo algo así como que yo era su gran descubrimiento, que había colocado en varias galerías mis obras, y que querían conocerme en Nueva York. Compró todos mis cuadros, me subió a un coche y fuimos de compras a un centro comercial de Johannesburgo. Por aquella época los negros de Soweto teníamos prohibida la entrada en la ciudad. Pensaron que era el criado de la pecosa. Me preguntó si tenía que despedirme de alguien, pero lo cierto es que desde que me fui de casa de mis padres no había nadie en mi vida. Algunos conocidos del mercado, nada más.
          Mogae nunca había subido a un avión. Esa noche no pegó ojo. Se pasó el trayecto mirando por la ventana. La noche y el Atlántico estaban teñidos de un intenso azul oscuro. Cuando llegaron a Nueva York las luces de neón lo inundaban todo. Times Square brillaba igual que los arcoiris que Mogae había visto sobre el río Zambeze durante el  único viaje que había hecho en su vida. Fue hasta Zambia tan sólo con el objeto de  ver aquellos arcoiris múltiples de los que le habían hablado. Los colores de Nueva York no tenían nada que ver con los África. Allí todo era una inmensa penumbra roja salpicada con el blanco de los edificios. El taxi les dejó a las puertas de uno de esos rascacielos de ladrillo. La fachada lucía varios grafittis. El ascensor les llevó hasta el piso quince. Sarah sacó las llaves y abrió una puerta de madera con un garabato grabado bajo la mirilla.
-        De momento vas a estar aquí Mogae, hasta que encontremos algo mejor.
En el interior, la bombilla iluminaba un pequeño estudio con una cama, una mesa, un baño y un gran caballete. Al fondo, sobre una estantería, varios tubos de óleos y unos pinceles de pelo de marta formaban una ordenada pila. Sarah descorrió las cortinas.
-Aquí es donde vas a trabajar. Tú pintas y yo vendo. En este país cada uno tiene una función. Se llama especialización. Ahora no perderás el tiempo en el mercadillo. Así son las cosas.
Mogae, aún recuerdo los tres meses infernales que pasaste en aquel apartamento.  Los más duros de tu vida. Y de la mía. Esta ciudad acaba con cualquiera. Ahora lo sé. He estado ciega. Deberíamos haber huido. Nunca te entendí. ¿Regresar? Imposible. No podías volver. Aquí lo tenías todo. Libertad. Sueños. Posibilidades. Futuro. Pero tú tenías otro punto de vista. Preferías volver a un gueto. El gueto del sur. Donde sólo hay dos colores. Nadie merece vivir prisionero en su propio país. Como yo. Si no hubiera sido por tu compañía me habría vuelto loca. Tú, sin más colores que los que conservaban tus recuerdos, y yo, remontando una ruina y un divorcio por mi adicción al trabajo. Cuando se enteraron de lo nuestro nos marginaron. Una blanca de buena familia con un pobre africano. Sé que la vida aquí no es fácil. Demasiado impersonal. Tanta agresividad, tanta competencia. Unos valores diferentes. Occidente. Soledad. Angustia. Estrés. Teníamos que vender y vender. Sé que te apreté demasiado, pero gracias a ello pudimos mudarnos a aquella casa. Tampoco me arrepiento de eso. Los mejores marchantes se interesaban por el artista de colores intensos y mágicos. Hasta que descubrí tu secreto. Es lo único que me echo en cara. Lo sospechaba hacía tiempo. Nunca vestías de una manera coordinada. Al principio lo achaqué a tu naturaleza descuidada. Te puse a prueba. Te dejé ciego. Te destruí. Te alejaste.
La casa de Mogae y Sarah era inmensa. La luz entraba por los grandes ventanales de las habitaciones. Arriba, un gran estudio lleno con cuadros de motivos africanos y neoyorquinos iluminaban la estancia. Trazos de azules, verdes, rojos y magentas. Una borrachera cromática inundaba aquella estancia. El ruido del tráfico traspasaba las paredes ocres. Mogabe comenzaba a tener una sensación de pesada claustrofobia en la Gran Manzana. ¡Qué lejos quedaba África!  
-        Hola Sarah, ¿cómo han ido hoy las ventas?
-        He colocado siete cuadros en cuatro galerías, el negocio sube como la espuma. Dame un beso.
-        Estoy lleno de pintura.
-        Me encanta verte el pecho con esas manchas de colores, las manos llenas de óleo, el olor a aguarrás de la cubeta.
-        Tú también estás preciosa, pero tengo que retocar este autorretrato.
-        ¿Eres tú? ¿Por qué te has abierto el cuerpo de esa manera, como si te pelaras de arriba a abajo?
-        Porque quiero enseñarte mi alma, y porque soy un pintor vanguardista, contemporáneo, original. ¿Es como tú me vendes, no?  ¿Me has traído el tubo de pintura que te encargué?
-        ¿El de pintura azul? Sí, aquí tienes.
-        Perfecto.
-        Mogae, no es azul. Es negro. 
Mogae abrió el bote, vertió todo su contenido sobre el cuadro y lo extendió con las manos. Silencio. Sarah esperaba una respuesta.
          Estuve engañando durante dos años a Sarah, demasiado tiempo. Estaba en su derecho de sentirse dolida. Había pasado tantos años con mi defecto a cuestas que aprendí a ocultarlo a mi conveniencia. Ninguna mentira es eterna, ni siquiera el Arte. Sarah se dio cuenta. Aquella farsa no podía durar mucho. A partir de ese momento toda nuestra vida se centró en curar mi daltonismo. Fuimos a médicos y me hicieron tests. Los expertos nunca habían examinado a nadie que confundiese de aquella manera los colores. Sarah dio orden al caos de mi paleta y me dio instrucciones: Estos son los verdes, aquí están los rojos, más allá los azules, y al lado, los amarillos. Más tarde me puso una etiqueta con el nombre de cada color al lado. Yo siempre había pintado de una manera intuitiva. Algo comenzó a cambiar. Ahora interpretaba la vida de la gente a su manera. Comenzaron a extenderse rumores por las galerías. Pensaban que había estado haciendo trampas, que mi talento no era natural. Entonces, un oftalmólogo que supo de mi caso se puso en contacto con Sarah. Había inventado unas lentes que filtraban la luz de tal manera que podría ver como lo hacen e resto de los seres humanos. Sería exactamente igual que los demás. Después de hacerme unas pruebas nos vendió las gafas a precio escandaloso. Cuando me puse los extraños anteojos no me gustó lo que vi a través de ellos. Ese mundo me era lejano, desconocido. Sombras, siluetas brumosas, contornos sin límites claros, borrones sin forma. Ya ni siquiera interpretaba el universo de las personas normales, ahora era una de ellas. La gente se movía de forma natural en ese mundo; para mí era aprenderlo todo de nuevo. Como comenzar a andar, a hablar, a sumar, a restar, a vivir. Sería como engañarme a mí mismo, vivir en un mundo paralelo al real. Y mi talento con los colores desaparecería. Opté por volver a mi mundo. Sufrimiento, discusiones y dudas. Pérdida de identidad y crisis de pareja. En un mes mi pequeño mundo se despeñó. Sin mis gafas Sarah estaba más amarilla que nunca. Como si tuviese una cirrosis terminal. Pero insistía: Tienes que ponértelas. Hasta que llegó el día en el que me quité las gafas. Todo era amarillo. Nunca más volvería a ponérmelas. Estaba decidido. Jamás me despedí de ella. Regresé a África. Volví a trabajar en el mercadillo. Era el mundo al que pertenecía, donde los colores no me son ajenos. Años después, mis cuadros volvieron a los museos y los críticos hablaban de mí como uno de los más originales artistas africanos. Pretendían que volviese a aquella ciudad, pero África es mi tierra. Ahora podemos vivir donde nos apetece. Me comunicaron la muerte de Sarah hace 30 años. Junto a su carta de despedida me trajeron el cuadro que usted puede ver ahora sobre esta chimenea. Es el retrato que estaba pintando cuando descubrió mi secreto. Poco después Sarah cayó sobre él y se clavó unas astillas. Aún veo manchas verdes. Es lo último que tuvo entre sus brazos. Es un retrato de mi alma. Un museo de Europa me ha pedido que se lo preste. Sé que le ha costado mucho a usted dar conmigo. Espero que le haya servido de algo. Si quiere saber lo que siento vea mi obra. Y si quiere un titular para su artículo, esa época de mi vida se resume en una frase: soy azul.
          Mogae, hace apenas unos meses que te marchaste y mi vida ya se ha convertido en las tinieblas que tú veías con esas gafas que te obligué a usar. Han embargado mis bienes. Me has dejado. He perdido la partida. Todo lo que me rodea es blanco y negro. Oscuridad. Contigo ha salido el color de casa. Superabas a todos. A Picasso, a Warhol, a Jasper Johns, a Dalí, a Cezanne, a Monet, a todos. Cubismo, impresionismo, dadaísmo, feísmo, expresionismo, surrealismo. Arte. Artistas. Charlatanes. Ya ves, pensaban que eras uno de los suyos. Pero tú eres mejor. Ellos interpretaban la realidad y tú la plasmas tal y como la ves. Tu propia realidad es tu estilo. No necesitas pasarla por filtros. Tú eres auténtico. Nunca lo entenderán. Piensan que eres una especie de trampa, un artista sin imaginación. Han quitado todos tus cuadros de los museos. Ahora sé que no volverás nunca. Te he destruido. Igual que Picasso destruyó a sus mujeres. ¿Por qué no soportaban seguir viviendo sin él? Ahora las comprendo. A todas. Tú me has enseñado a  mirar de una forma diferente. Ya no podría volver a ver las cosas igual que antes. Mi vista se nubla. He mezclado pastillas de cuatro colores diferentes, y lo mío nunca ha sido mezclar colores. Por qué no te despediste de mí? Pusiste color a mi vida. Adiós, mi hombre azul. Ahora, todo se ha vuelto negro. 

3/08/2012

LUCAS

En todos los años que llevo trabajando en medios de comunicación he tenido la oportunidad entrevistar a presidentes del Gobierno, a ministros, a casi todos los cantantes, a cineastas con Óscars y Goyas, y a todo tipo de gente más o menos importante. Pero los personajes "importantes" casi nunca han logrado emocionarme lo más mínimo. Suelen ser frívolos y ajenos a la realidad. Siempre me quedo con el testimonio de la gente anónima. Es el caso de Lucas, un niño con una enfermedad rara, "los huesos de cristal" que ha conseguido conmoverme de verdad. Él es una de las caras de esta crisis de la que nos quieren hacer salir jodiendo a los más débiles, en el caso de Lucas, recortando en el estudio de enfermedades raras, que afectan nada menos que a tres millones de personas. Hace poco cerraron el centro de referencia en Valencia para convertirlo en un almacén de naranjas, despidiendo a todos los investigadores, con lo que personas como Lucas ven reducida su esperanza de vida. Así que hoy nos os dejo un relato, sino un vídeo en el que Lucas le pide ayuda a una fría y distante "princesa Letizia". No le habría costado nada invitarlo a comer con sus niñas a la Zarzuela en vez de hablarle con tono de presentadora de informativos. Os dejo el vídeo en el que Lucas dice "princesa, tenemos esperanza". En este enlace.


Y os dejo unos textos de un escritor aragonés, Miguel Mena, unos "microrrelatos biográficos" que he extraído de un libro que os recomiendo, un libro demoledor titulado "Piedad". Esta es mi contribución de hoy a la serie "microrrelatos indignados". El rastro de muchas familias que, sin ayudas en investigación, pueden perder la esperanza. Se trata de conmover conciencias desde la escritura.



DE RAÍZ
Cuando me dijeron que mi hijo no podría hablar nunca, que tenía un cromosoma atravesado y una nube oscurecía la zona del cerebro donde se amasa el pensamiento y se tejen las palabras, lo primero que recordé fue que había planeado aprender con él los nombres de los árboles. Lo ansiaba desde que nació: andar por el campo, juntos los dos, y distinguir las hayas de los abedules, los arces, los castaños, los quejigos, los robles y los enebros. Pensé en ello mientras por detrás de la cara del médico, un rostro inexpresivo envenenado para dar malas noticias, observaba los árboles de aquella clínica meciéndose suavemente, como acunando una pena. Le pregunté al doctor qué árboles eran aquellos y pareció tan extrañado por mi pregunta que se encogió de hombros y no supo contestarme. Le noté incómodo, como si quisiera dar la consulta por finalizada. Nos despedimos, cogí a mi hijo en brazos, salimos a la clínica y al cruzar el jardín, con el sol de espaldas, observé que nuestras sombras dibujaban una silueta en la que yo era un tronco seco y aquel niño de pelo rizado sobresalía como una gran flor que me brotaba.

RARO
Qué raro se hace tener un hijo prácticamente mudo cuando te ganas la vida hablando, un hijo condenado a ser analfabeto cuando llenas tu tiempo escribiendo, un hijo con poco equilibro cuando tu afición es montar en bicicleta. Qué extraño resulta que para ser feliz no parezca necesitar nada de lo que a ti te gusta.

MERCEDES
A lo largo de la vida es mucho mayor la posibilidad de llevar una participación del gordo de Navidad que la de tener un hijo con síndrome de Angelman, pero ella sonríe siempre con el brillo luminoso de quien acaba de ganar en la lotería.

PLANES
A veces me cruzo con la familia que quisimos ser. No una en concreto. Ya sabes: esa idea dispersa que teníamos. Un número aproximado. Un estilo. Un aspecto. Una forma de ser y de comportarse. A veces me cruzo con el futuro que imaginamos y todavía siento un pellizco de felicidad al recordar aquellos días de risas y planes.


3/06/2012

PLANETA IKEA


El niño escarba en arena. Descubre una cadena de bolitas de hierro (como la de las bañeras) que se pierde en la orilla y se adentra en las profundas aguas del océano. El pequeño tira con fuerza y un eco seco, como de burbuja rota, resuena entre las montañas que rodean la playa. Un remolino se forma en medio de las aguas. El niño sigue tirando de la cadena oxidada, hasta que aparece un tapón ocre en la orilla. El mar se vacía. Las criaturas marinas boquean. Los bañistas varan. Los petroleros encallan. Las fosas abisales se secan. Las islas se convierten en el pico de enormes montañas. El crío hace visera con su mano derecha y mira hacia arriba. Alarga el brazo y desmonta los palés azules del cielo. Otra cadena cae de un sol tan luminoso que inunda de luz la extinta costa. El niño tira hacia abajo, y tras un “click” sordo, las gaviotas se callan. Silencio. El sol se apaga. Se para el planeta.



3/01/2012

HIPERREALISMO


Junto a la farola se agolpan nueve hombres. Cuatro de ellos tienen las corbatas raídas y los pantalones remendados. Los otros cinco van en mangas de camisa. Rotas. En la farola de al lado hay otra decena de hombres. Fuman un cigarrillo. El mismo cigarrillo. Se lo van pasando. La plaza está llena de farolas apagadas. Cientos de hombres se apoyan en ellas. En círculos concéntricos. Apenas hablan. Fuman y esperan. Al amanecer aparecen diez camiones con la pintura desconchada. Los hombres se ponen de pie y corren hacia ellos. Se empujan. Algunos caen al suelo. Se pisan. Los más fuertes llegan los primeros. Del primer camión se baja un individuo.
— ¡Silencio! —grita mientras saca un Ipad de su chaqueta. La multitud intenta abrirse paso.
— ¡Dos ingenieros nucleares! —vocea mientras decenas de personas levantan la mano.
— ¡Tú y tú! —señala a dos individuos. Se suben al camión y prosigue con la selección.
— ¡Catorce licenciados en Química! ¡Nueve astrofísicos! ¡Doce doctores en Filología Alemana! ¡Cuatro actores de reparto! ¡Quince informáticos! —acaba de leer la lista y se la guarda en el bolsillo.
— ¡Y un filósofo! —dice para finalizar. Nadie levanta la mano. Entonces, los seleccionados se suben al vehículo, que arranca y se va a toda prisa. A continuación, un hombre sale del segundo camión con un NetBook. La masa se abre paso hasta él a empujones.