4/14/2010

LAS PEQUEÑAS ISLAS


Quiero que mis cenizas las esparzan sobre una isla. Debí nacer en una isla. Siempre me han cautivado las islas. De pequeño miraba desde la orilla de la playa de la Concha la isla de Santa Clara y me decía: “Algún día nadaré hasta allí y me quedaré para siempre, como Robinson Crusoe”. Sólo estuve una vez en Santa Clara. Había un bar. Y turistas. La segunda isla en la que estuve fue Lanzarote. Luego vinieron más. Muchas más. Siempre nado desde la orilla hasta alguna roca solitaria y contemplo el mar. Dicen que Julio Verne escribió en Formentera su novela “El faro del fin del mundo”. En el faro de La Mola brilla una placa en su honor. Pero es mentira. Una mentira oficial. Verne nunca pisó Formentera. Verne apenas viajó en su vida. Sólo viajó en sus libros. Pero da igual. Escribió para vivir vidas imposibles. Creo, que como él, escribo para vivir vidas que no he vivido. ¿Esto es verdad? Me pregunta un amigo al leer mi último relato. Claro, respondo. Es mentira. En mi mente es verdad. Y en la de mi amigo. Julio Verne nunca estuvo en Formentera. Y tiene una placa allí. Quiero que tiren mis cenizas desde el acantilado del faro de La Mola. Debí nacer en una isla. En la isla de Hierro está el hotel más pequeño del mundo. Viene en el Guiness. Algún día pescaré una sirena desde su balcón. Me gustan las islas muy, muy pequeñas. No conocía la isla de Rockall. La he descubierto gracias a “Bilbao-New York-Bilbao”. Kirmen Uribe escribe una autoficción sobre su vida y su familia. Quizá la mitad sea cierta. O menos. Quizá nada. Nada de nada. Kirmen cuenta cómo familiares suyos murieron junto a esta roca. Quizá les pongan una placa en la isla. Como a Julio Verne en Formentera. Rockall es una roca en medio del Atlántico Norte. 23 metros de altura y 27 de diámetro. Los ingleses dicen que es suya. La ocuparon con un naturalista y dos soldados que se posaron en su loma desde un helicóptero. No hay nada. Ni nadie. Una vez vivieron allí un puñado de personas. En medio de la nada. Se hicieron Estado independiente. Sólo duraron en la roca unos cuarenta días. Eran de Greenpeace. Allí la vida es imposible. La ola más grande jamás registrada se midió allí. 29 metros, creo. En invierno las olas cubren la roca. Es la punta de un volcán extinguido. ¿Qué hacían esas personas de Greenpeace cuando se levantaban por la mañana? Me está gustando mucho el libro de Kirmen. Autoficción. Un poso de verdad rodeado de ornamentos. De mentiras. Sus recuerdos del País Vasco. Su viaje a la Gran Manzana. Los pueblitos vascos. Ha hecho que me vea a mí mismo de nuevo mirando a Santa Clara desde la Concha. La autoficción sólo se sostiene desde la mentira. Como esa alianza que su madre pierde en el mar y luego se encuentra en el estómago de una merluza. Una merluza que compra en el mercado. Todo es mentira. Claro. Todos lo saben. Pero es una bella farsa. Mucho más que una trola. La madre lo cuenta, y se cree su mentira. ¿Qué más da? Lo que importa es la historia. ¿Qué importa que sea mentira? La Literatura es una isla habitada por mentiras. Ayer recibí una carta de una fábrica de mentiras. Una gran editorial. Grande como Australia: “Sólo publicamos a autores consagrados y obras de gran formato. Sobre todo novelas. Nada de relatos. Inténtelo con otros”. Pero ya había otros. Una fábrica mucho más pequeña. Pero mucho más atractiva. Un taller de artesanos. Como una pequeña isla azotada por las grandes olas. Una roca en medio del Océano. Una Rockall a la que le gustan mis mentiras.

12 comentarios:

Víctor dijo...

Quizás sí que es mejor vivir en islotes pequeños (llámense editoriales arriesgadas o minificción) que en grandes continentes (llámense grupos editoriales consagrados o novelones de kilo y medio).

Un saludo, Manu.

Javier Puche dijo...

Hermoso texto, Manu. Comparto esa fascinación tuya por las islas. No hace mucho, leí admirado "La isla misteriosa", de Julio Verne, en la maravillosa edición de Mondadori, publicada el año pasado, creo. Supongo que la has leído. En caso de que no, permíteme recomendártela encarecidamente.

Anónimo dijo...

Sabes... la imagen a primera vista me pareció la cabeza de una enorme ballena con todas sus lapas como rocas pegadas a ella, asomándose para ese gran salto sobre el agua que siempre me deja estupefacta.
Un trampantojo; ya ves, otra mentira...
Un saludo. R.C.

Jesus Esnaola dijo...

¿He de entender que hay libro a la vista o sólo es una mentira hermosa?
Es un verdadero placer leerte, Manu,claro que mi gusto por tus mentiras no te editará nada, y encima hablas de mi querida isla de Santa Clara que, olvidste decir, tiene un faro precioso, como de mentira. Pero un día fue de verdad.

Un fuerte abrazo

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Que gran mentira todos los relatos, las novelas y todo lo que hace soñar. Son mentiras, pero tan bonitas!!!

Me ha gustado mucho, Manu. De nuevo me repito, pero no encuentro otra forma de decirlo.

Besicos muchos.

Raquel dijo...

Qué maravilla las islas, y tu relato. Mucho ahí.
Un abrazo

Belén dijo...

Yo sé de gente que no soportaría vivir en una isla (yo, entre ellos), pero si el resto del continente es de mentira como la gran editorial, creo que me iría a nado :)

Besicos

Manu Espada dijo...

Querido Jesús, lo del libro es, quizá, la única verdad. Os mantendré informados, por supuesto.

Isabel González González dijo...

El poeta es un fingidor. / Finge tan completamente / Que hasta finge que es dolor / El dolor que en verdad siente.

FERNANDO PESSOA

santamaría dijo...

escribir en primera persona es divertido y muy sugerente para incluir cualquier semificción o cualquier biografo, pero más tentador es hacer una placa y colgarla furtivamente en un faro o en rockall, si existiera, colocando así una ficción en la realidad. me ha gustado mucho. espero que ese pequeño taller sea un biografo.

Jesus Esnaola dijo...

Enhorabuena chato, no sabes cómo me alegro. Desde luego, no dejes de tenernos al tanto.

Juan F. Plaza dijo...

Tú siempre has querido una isla... pero no durarías en ella ni 3 minutos.