9/30/2009

DE MÚSICA


Me cruzo con varios músicos callejeros. Unos perroflauta se limitan a tocar la flauta de Bartolo, con un agujero solo. Emiten una melodía con una sola nota repetitiva y monótona y pasan la gorra. No son unos virtuosos, no. Lo que tienen es mucho morro, como su perro. Prefiero los que van con acordeones o guitarras por terrazas y vagones con amplias sonrisas del Este. Se nota que tocan de oído, pero animan el cotarro. Algunos se tiran un buen rato y les doy unas monedas que chocan entre sí, como aquella música estridente de Bèla Bartok que me enseñaban de niño. ¿Por qué enseñan esas canciones horribles a los críos? Los estudiantes de violín llevan un moratón en el cuello. Parece un chupetón, pero sólo es el despiadado beso de la madera. Llegué a odiar la música. Llegan otros músicos. Tocan una canción popular y se marchan. De vacío, claro. A la vuelta de la esquina están los top-ten de la música callejera, los trotamúsicos de cámara. Tienen instrumentos de orquesta: chelos, contrabajos, teclados, incluso baterías. Más adelante unos peruanos tocan música de los Calchakis con instrumentos de caña y bafles de última generación frente a un Burger. Venden sus CDs a los transeúntes. En una estación del metro una mujer toca “Brothers in arms” con su guitarra eléctrica. Un adolescente mueve la cabeza compulsivamente. Tiene los cascos puestos y tararea un rap. Lo hace bien. Me gusta. En la FNAC tienen música de Bisbal. Me dan ganas de salir corriendo. Oigo música por todos lados. Todos los sonidos de la ciudad se transforman en corcheas, negras, fusas, blancas… Mi móvil suena en clave de sol, aunque me llama alguien que ni fu ni fa. Unos obreros hacen agujeros en un compás de jazz, como de seis por ocho. Woody Allen dice que leer porno en braille debe ser excitante, pero no me imagino qué puede hacer un sordo para excitarse con la música. Quizá mediante vibraciones. Llego a casa. Unos operarios suben a mi casa de Madrid mi viejo piano. Ha sido un largo viaje desde Salamanca. Mi piano es un Cherny de aquellos que se utilizaban para aprender antes de dar el salto a un Yamaha. Yo nunca lo di. Hace más de veinte años los subvencionaba el Ministerio de Cultura. Llegué a odiarlo. Abro la tapa. Acaricio las teclas. Hace tanto, tanto tiempo… Toco con una mano. Toco con la otra. No tengo partituras. Recuerdo que siempre odié el solfeo. Toco sin golpear las teclas, sobre el aire, como hacíamos antes de los tediosos exámenes del Conservatorio. Presiono una tecla y reconozco su voz, pero le cierro la boca. Bajo la tapa y me marcho a la calle. Un rumano toca el violín. No tiene moratón en el cuello. No lleva partitura. Me gustaría tocar de oído, como los músicos callejeros.

12 comentarios:

Rick dijo...

Había un músico callejero realmente virtuoso en una de las avenidas comerciales de aquí. Merecía la pena pararse a escucharlo. Tocaba la guitarra, la armónica y otro instrumento, que no llego a saber cuál era, con los pies. Hacía un estilo de country blues a lo Jimmie Rodgers. Era fantástico escucharlo.

PD: Ya estás enlazado en El quimérico inquilino.

Un saludo

Belén dijo...

Tu lo que quieres son los mails de música eh?

:P

Besicos

LA ZARZAMORA dijo...

Me pelé todas mis clases de solfeo, con lo cual, toco de oído. Y canto también de oído.
Una desgracia. Eso sí, me defiendo.
Mi hijo, empezó igual, el año pasado me llamaron del Conservatorio (Conserva t´asseoir) lo hemos siempre llamado en casa, es un juego de palabras en franpañol) diciéndome que se le acababa el chollo.Que como pasaba del solfeo, el Conservatorio, en pocas palabras, también pasaba de él.
Colleja al canto se llevó.
Ahora le pago las clases, y lo sigo a la huella, pues no quisiera que dejase la música.
Que aprenda solfeo.
Ya sé... los grandes tocaban de oído pero, seguro que oirá hasta las notas y aprende algo de mates, de paso.

Besos, Manu.

Ya me gustaría a mí oirte cantar..ya fuera por "soleare" Sonrío.

Manu Espada dijo...

Rick, hay mucho genio anónimo en las calles.

Eso, eso Belén, que ya he vuelto!!!!! Más música, más mails ;)

Eva, yo no canto, toco el piano, a veces, sin más, ya me gustaría a mí cantar por soleares.

Froiliuba dijo...

Nostalgico eh???
De la musica de calle lo que mas me ha sorprendido es descubrir que algunos que parece que tocan, realmente no lo hacen, hacen playback, mejor ni te cuento la cara de pasmo que se me quedó al descubrirlo.
Pero otros...
bueno si el piano ya no te sirve apra tocarlo, te puede servir para otras cosas mas... divertidas

Raúl dijo...

¡¡Lalalalalalaaaa...!

pepa mas gisbert dijo...

Me gusta cantar y canto bastante, otra cosa es lo que dicen los pobres que me oyen, pero eso, y nunca mejor dicho, es otro cantar.

Un abrazo, has hecho un recorrido muy musical por la ciudad con melodías armoniosas y otras no tanto

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Ay la música, como puede influir en las personas.
Es sorfeo es otra cosa, son matemáticas puras y cuestan más.
Sin más me voy con la música a otra parte, bueno a la camita que ya es hora.
Besicos muchos.

Margaret dijo...

no tengo formación musical ... ni oido, que es peor. yo de la pandereta en navidad no he pasado.

también vivo en una gran ciudad y me es conocido ese sentimiento de vivir en un video clip al entrar en tiendas y demás. de músicos callejeros, también se ve de todo. la falta de originalidad suele ser lo habitual. lo más friki que he visto este año: un papa noél, en pleno verano, tocando heavy con una guitarra eléctrica con forma de corazón.
aquí, donde vivo, los fans de michael jackson se están apropiando de calles y plazas. además incluyen baile. esperemos que la epidemia pase pronto.
reconozco que dan vidilla, pero a veces cansan y agobian al tener la música a todo volumen.
será por eso que en casa quiero solo SILENCIO.

Araceli Esteves dijo...

Hay músicos callejeros brillantes, aquí en Palma unos cuantos. Hay una mujer del este que canta ópera sobre la música de un viejísimo radiocasete. Lo hace tan bien que parece que va a romper algún cristal de las copas que sostienen los turistas que contemplan atónitos el milagro.
A mí desde luego, siempre me obliga a parar a escucharla, por mucha prisa que lleve.

Zayi Hernández dijo...

EL GEN DE LA MÚSICA SE QUEDÓ EN MI PLACENTA Y AHORA ESTARÁ EN CUALQUIER SHAMPOO. SOY REALMENTE MALA PARA LA MÚSICA, SÓLO SIRVO PARA ESCUCHAR Y DE IGUAL MANERA, OIGO COSAS QUE CASI NADIE OYE...Y HAGO UNAS MEZCLAS QUE NI DIOS SE LAS TRAGA...
A MI NO ME PAGARON CLASES DE GUITARRA ( ALGO QUE AGRADECÍ PORQUE EL PROFESOR ERA UN VOMITIVO) COMO A MIS HERMANAS Y AUNQUE SIEMPRE ME GUSTÓ EL PIANO, ME DIJERON QUE SI ME LLEVABAN A CLASES SERÍA DE ÓRGANO O NÁ... Y ELEGÍ EL NÁ PORQUE EL ÓRGANO ME PARECÍA DE IGLESIA...
UN BESITO.

Miguel Baquero dijo...

Igual te suena un exprimento que hicieron hace poco en el metro de Madrid. Pusieron al primer violinista de la orquesta de Berlín, creo, con un stradivarius a tocar en los pasillos, vestido de calle. La gente pasaba y nadie le prestaba atención. Bueno, alguno le echaba unas monedas de pasada y como con lástima. De pronto, una mujer mayor que iba andando se quedó parada delante de èl mucho rato, escuchando la música,y luego fue hacia él con las manos casi en la cabeza diciéndole que era un genio, que en su vida había oido nada igual, que tocaba como los ángeles, que merecía estar en una orquesta...

Todo eso se me quedó grabado. Qué magnífica metáfora de la vida moderna. Me alegro que tú también repares en la gente que toca alrededor tuya.

En esto de los blogs creo que pasa igual que con el músico del metro que te he dicho: que de pronto encuentras textos que dices: ¿pero qué hace esto aquí, si tenia que estar en el lugar destacado de una librería? Sólo que eso en los blogs pasa mucho, mucho.