
Hace unos años, un dibujante con el que trabajé en un programa de humor me dijo algo que se puede aplicar a la escritura. El secreto de una caricatura es que el retrato resultante consiga una deformidad de los rasgos de la persona hasta el extremo, de modo que provoque la sonrisa al verlo deformado. Pero el personaje no debe tener una deformidad tan grande sobre el papel como para ser irreconocible, porque pierde la gracia y el espectador no identifica al personaje. En Literatura, con el humor, ocurre exactamente lo mismo: la pluma debe deformar la realidad hasta el extremo, pero sin cruzar la frontera de la credibilidad. Por eso mismo, el escritor que se propone reírse de algo debe conocer muy bien esa realidad a la que pretende zarandear con la carcajada.
Miguel Baquero es, seguramente, el mejor “caricaturista” literario que he leído desde los tiempos de Eduardo Mendoza y su “Misterio de la cripta embrujada” y, más recientemente, Elèna Casero con sus “Tribulaciones de un sicario”. Miguel Baquero es un escritor de mucho oficio, con una orosa envidiable, que además posee un enorme talento para fijarse en los detalles, esas cosas cotidianas que tan bien utilizan los mejores monologuistas de “Stand up comedy” cuando fijan su vista en esos chascarrillos que a todos nos ocurren alguna vez en la vida cotidiana pero en los que jamás caemos en la cuenta hasta que ellos nos los muestran. Miguel utiliza la Literatura para reírse de ella en una época en la que los escritores nos tomamos a nosotros mismos demasiado en serio (si es que alguna vez los escritores no se han tomado demasiado en serio).
“Vidas elevadas” es su nueva obra, una novela gamberra (denominación acuñada por el mismo Baquero) que retrata el mundillo literario contemporáneo a través de unos personajes extremos pero creíbles. Tres escritores con distinto perfil pretenden abrirse paso en el mundo de la Literatura utilizando diferentes métodos. El primero de ellos, un poeta de medio pelo con un nombre de lo más común, decide que lo primero que debe hacer es ponerse un seudónimo sonoro que resulte reconocible. No es lo mismo llamarse Manuel Sánchez o Pedro Pérez (su nombre real) que
Pedro María Vioque (su sonoro seudónimo). Si Prince o Lady Gaga se hubieran apellidado Sánchez o Pérez no habrían vendido ni un disco. Seguro. Pedro reside en Leganés, pero decide mudarse a un barrio del centro de Madrid para estar más cerca de la bohemia, y allí un amigo le sugiere que explore las épocas históricas que hayan dejado libres los autores de best-sellers expertos en la época templaria, el Cáceres barroco o la España de Felipe IV. Pero Vioque es elegido como presidente de la comunidad y lo más cerca que está de la Literatura es cuando escribe en el tablón de anuncios del edificio. El segundo escritor de “Vidas elevadas” es un escritor de “pelo y medio”, es decir, más o menos reconocido gracias a unos cuantos premios de pueblo. Su nombre:
Víctor de Pingarrón. Pingarrón sabe que el mundillo de los escritores es de un “guay” que no tiene parangón, y que debe fabricarse un personaje de esos que mira de soslayo, como diciendo “tengo cosas muy interesantes que decir, pero no hablo porque las tendréis que descubrir en mi próximo libro". Un escritor de esos que pone en el Facebook frases crípcitas del estilo "las paredes están llenas de yeso óseo y cartílagos de cemento" para que todos piensen: "Hey, qué tipo tan interesante...". ¿Y qué mejor forma de convertirse en un autor de culto que fingiendo que has vivido vidas que no son la tuya, mudarte a Túnez y crear un halo que ya lo quisiera para sí Pérez Reverte cuando fue corresponsal de guerra? Otro ingrediente para aderezar la ensalada del éxito es utilizar muchas citas de clásicos, latinajos y escribir párrafos en otros idiomas, todo ello utilizando el Google como herramienta de cabecera para camuflar las propias carencias. Es tan fácil como poner “frases de la Celestina” o “citas de Lord Byron”. Copias y pegas. El tercer escritor caricaturizado en “Vidas elevadas” es
Lucio Valverde, un autor superventas que triunfa en todo el territorio nacional e internacional, ya que está traducido a varios idiomas planetarios, una especie de Ken Follet patrio y costumbrista que describe mejor que nadie el potaje de garbanzos o la puesta de sol en La Mancha. Estos tipos deben cuidar mucho su imagen con bufandas o gafas de pasta para impresionar a gente como
“el alcalde mitómano” de un pequeño pueblo al que se muda para escribir en un suplemento dominical y elaborar su próximo best-seller. Miguel Baquero hace una magnífica radiografía del panorama literario con estos tres personajes a los que se les cruza
una mujer. Una mujer que los pone a todos en su sitio, con los pies en la tierra, haciéndoles ver lo que realmente son: meros mortales sin vidas tan elevadas como quieren aparentar. Pero para saber qué ocurre, no tendréis más remedio que leeros “Vidas elevadas” el último título publicado por
Talentura, el nuevo nombre de Editores Policarbonados.
PS: Este viernes presento “Vidas elevadas” en Zaragoza. Todos los datos, en la imagen de arriba. Os esperamos.