
Es obvio que lo que hizo el Gobierno chino en Tiannanmen estuvo mal, muy mal, pues claro, no tiene nombre, fue un asesinato en masa, pero veo la foto del hombre parando los tanques y me pregunto que pasaba por la cabeza del hombre que conducía el tanque: "¿Le paso por encima y lo aplasto o no quiero convertirme en un asesino?" La actitud del hombre de las bolsas es heróica, incontestable, incuestionable, lucha por algo en lo que cree, pero en el plano literario me interesan más las dudas del hombre del tanque, que de hecho esquivó al hombre de las bolsas blancas en varias ocasiones (algo que no hicieron en la plaza muchos de sus compañeros). La actitud de las víctimas siempre es incontestable, pero, ¿qué pasa por la cabeza de los verdugos? Al final se trata de enfocar el punto de vista para plantear dilemas morales, como Berlanga en "El Verdugo". Ha habido un comentario de Cecilia al post anterior que me ha hecho reflexionar sobre el tema de la denuncia de hechos injustos de la realidad y el tratamiento que les podemos dar desde la ficción o desde la misma realidad, o una mezcla de ambas. El post exponía las preguntas que me generaba la situación esclava a la que estaba sometida una persona obligada a vivir en una torre en construcción y las preguntas que me planteaba sobre esa persona, más allá de la mera indignación sobre la situación de este obrero-esclavo, que en mi opinión, es una indignación que va unida a los mismos hechos en sí para cualquier ser humano normal. Es indignante que alguien viva así, pero hay varias formas de manifestar este estado de ánimo.
1. La forma periodística (No incluyo el Nuevo Periodismo de Capote y compañía al considerarlo un género literario)
2. La manera política
3. A través de la Literatura, el Cine, la Música, etc., es decir, las Humanidades.
1. La forma periodística tiene varias vertientes. Una sería la entrevista, ir allí a hablar con el hombre y que nos cuente cómo vive, otra es hacer un reportaje y englobar su situación en la esclavitud del S. XXI, otra sería un documental, y otra una columna de opinión en la que escribes frases del tipo: “Esto es indignante, ¿dónde están los derechos humanos? Etc.” Pero es tan obvio que las situaciones extremas son indignantes, que muchas veces hay que sustituir esta forma de denuncia social directa y obvia por otra que nos toque más la fibra, es decir, la forma 3, porque la 2, sería una arenga política para que las masas se levanten, etc., es decir, una llamada a la acción.
Hablemos de la forma 3. Sustituyamos al hombre-esclavo de la torre por la situación penosa de la España rural en la posguerra. Tenemos la opción de mostrar los datos objetivos de injusticia o escribir Los Santos Inocentes. Delibes, periodista de pro, podría haber escrito una columna en su Norte de Castilla, pero su novela (y la película) no tienen precio ni son comparables a un discurso encendido de corte político o de ONG. Podemos indignarnos con la situación de los presos políticos, o escribir un relato, como hizo Galeano con “Pájaros prohibidos”. En mi opinión, la Literatura va un paso más allá de la mera indignación, porque te debe provocar la reflexión, el meterte dentro de las cabezas, de las conciencias, la contemplación poliédrica de la realidad, incluso desde el punto de vista del malo de la historia. El Periodismo sirve para descubrir situaciones denunciables, y la Literatura, el Cine, la Música, sirve para concienciarnos sobre ellas. Por ejemplo:
1. Periodismo: Un reportero infiltrado en una cárcel uruguaya descubre la dura situación de los presos políticos, a los que se les prohibe comunicarse.
2. Soflama política o social: Es indignante que se aísle a seres humanos y no se les permita comunicarse, se trata de un método de tortura inhumano. Proponemos el boicot al Gobierno de ese país.
3. Literatura:
Pájaros prohibidos
Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido, ni saludar a otro preso. Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros. Didoskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso "por tener ideas ideológicas", recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen a la entrada de la cárcel. Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos y el dibujo pasa. Didoskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas:
¿Son naranjas? ¿qué frutos son?
La niña lo hace callar:
Ssshhhhh
Y en secreto le explica:
Bobo ¿no ves que son los ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.
También se puede denunciar el tema de las desapariciones y torturas en Sudamérica como lo hizo Polansky, de manera magistral, en “La muerte y la doncella”, humanizando en cierto modo al verdugo al convertirlo en víctima y la víctima en verdugo potencial. Es obvio que los torturadores son gente mala por definición, sin más, no hay más historia, pero, ¿qué haríamos nosotros si nos encontrásemos cara a cara con nuestro torturador? ¿Lo torturaríamos a él? Estas son el tipo de preguntas que van más allá de la mera denuncia de hechos malos por sí mismos. (No he encontrado la versión en español).