Tomás se puso una calcomanía con el nombre de Sonia, su compañera de pupitre, el día antes de acabar la escuela. Ella se colocó otra de Tomás y le juró amor eterno. Por la noche, sus madres se las quitaron frotando a fondo con estropajo, provocando una herida en sus pieles tiernas. Ya en el instituto, Tomás se raspó en un hombro el mote de la profesora de literatura hasta que se hizo sangre. Le suspendió para septiembre. El raspón hizo costra y se arrancó la postilla. Al cumplir la mayoría de edad se tatuó la foto de su novia del barrio en el antebrazo derecho. Cuando le abandonó fue a un cirujano para que se lo borrase. Al volver de la mili conoció a su mujer y se grabó su cara en el pecho con tinta negra. Tampoco funcionó y la hizo desaparecer de su cuerpo. Después vinieron otras muchas, pero siempre las acababa eliminando a golpe de bisturí. Tomás se encontró con Sonia en el asilo. Ya no había en sus deterioradas pieles espacio para otro nombre, pero cada noche quedaban en una habitación, se desnudaban y se acariciaban mutuamente las cicatrices, como si fueran líneas torcidas. Las borraban con las manos y luego escribían sus nombres con la yema de los dedos, apretando suavemente, como niños pegando calcomanías en pergaminos arrugados.
Excálibur sigue oxidada en la roca esperando a que alguien se decida a sacarla, pero la gente pasa de largo...
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5/26/2010
EN CARNE VIVA
Tomás se puso una calcomanía con el nombre de Sonia, su compañera de pupitre, el día antes de acabar la escuela. Ella se colocó otra de Tomás y le juró amor eterno. Por la noche, sus madres se las quitaron frotando a fondo con estropajo, provocando una herida en sus pieles tiernas. Ya en el instituto, Tomás se raspó en un hombro el mote de la profesora de literatura hasta que se hizo sangre. Le suspendió para septiembre. El raspón hizo costra y se arrancó la postilla. Al cumplir la mayoría de edad se tatuó la foto de su novia del barrio en el antebrazo derecho. Cuando le abandonó fue a un cirujano para que se lo borrase. Al volver de la mili conoció a su mujer y se grabó su cara en el pecho con tinta negra. Tampoco funcionó y la hizo desaparecer de su cuerpo. Después vinieron otras muchas, pero siempre las acababa eliminando a golpe de bisturí. Tomás se encontró con Sonia en el asilo. Ya no había en sus deterioradas pieles espacio para otro nombre, pero cada noche quedaban en una habitación, se desnudaban y se acariciaban mutuamente las cicatrices, como si fueran líneas torcidas. Las borraban con las manos y luego escribían sus nombres con la yema de los dedos, apretando suavemente, como niños pegando calcomanías en pergaminos arrugados.
En la vejez, las caricias invisibles pueden ser el único y verdadero tatuaje.Me gustó tu relato, está lleno de ternura.
ResponderEliminarUn saludo
Uff cuánto tatuaje, cuanta herida y cicatriz. Ya mismo me estoy repasando mi piel a ver cómo la tengo...
ResponderEliminarMe gustó Manu, esta ternura final.
Un saludo indio
Me gusta como nos vas llevando por las distintas etapas del crecimiento, en la edad y en lo personal.
ResponderEliminarUn abrazo, Manu.
La anciana debería llamarse Sonia. Si no, la historia me gustará menos.
ResponderEliminarLa anciana en Sonia, Raúl, quizá no se entiende. Bueno, revisaré el texto. A veces uno se pasa de sutil, pero el lector no está en la mente del autor.
ResponderEliminarSi fuera jurado, muy buenos deberían de ser los otros textos para no darte el premio. Reconozco que siento debilidad por este tipo de historias.
ResponderEliminarUn abrazo manuespada
Qué tierno! Simplemente me ha encantado, de principio a fin :)
ResponderEliminarProfes así, las voy decapitando una tras una. Colegas son, fueron y serán. Sonias o Colonias u Onies, malvadillas brujas son, frustrando alumnos ;)
ResponderEliminarLo poco que me queda de bisturí intento seguir ejercitándolo con la pluma.
Me encantó este micro-largo.
Besos, Manu.
Que historia más tierna. Y qué bien llevada.
ResponderEliminarPreciosa.
Abismal, Manu, como una lucecita que cae lentamente hacia una caverna sin fondo.
ResponderEliminarUn envidioso abrazo,
PABLO GONZ
Buen cuento con buenas imágenes, Manu. Me recordó al abuelo de los Simpson estirándose la piel para transformarse en Homer.
ResponderEliminarUn saludo.
Uff Manu, que cosa más linda.Al final siempre volvemos a los principios, que torpes somos los humanos.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Si es que lo que se suele decir, que a la vejez, viruelas ;)
ResponderEliminarBesicos
Escribí una vez un poema llamado "tatúas mi alma", y ese es quizás el único tatuaje que perdura para siempre, y aún así a veces creo que el cirujano del desamor y el aburrimiento también puede borrarlo de nuestra piel.
ResponderEliminarUn abrazo
Precioso Manu, al fin consiguieron aprehenderse sin tener que escribirse. En cuanto a que sea Sonia, no queda muy claro. Yo te conozco y lo vi porque hablas de "sus pieles" sin espacio ya, y lo interpreté de ese modo, pero sería entendible que no se pillara. Quizá si los dos encontrarán que el único lugar vacío de sus pieles fuera la antigua ubicación de la calcomanía.
ResponderEliminarUn abrazo Manu
Original enfoque! Una buena historia de amor entre tatuajes.
ResponderEliminarMe encanta...
ResponderEliminarsalduo sy salud
Preciosa historía de como vamos eludiendo el destino o como se llame eso. Aunque yo seguramente también hubiera borrado la primera calcomanía.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. Como dice alguien por ahí arriba, muy malo tendrá que ser el jurado para que no te premien este micro en cualquier concurso.
Y para que luego digan que no se puede encerrar en un micro toda una vida.
ResponderEliminarEnternecedor
¡Qué hermosura de relato!
ResponderEliminarDe tatuaje en tatuaje, se llegó al origen...
Besos
BB
Muy bueno.
ResponderEliminarCerrando el círculo. Bellamente tierno.
ResponderEliminarUn saludo. R.C.
está muy bien narrado.
ResponderEliminarMe encantó el argumento y el final es bueno.
8
¡ay, qué hermosura! a pesar del asilo
ResponderEliminarOstras yo en el cole con la aguja del compás me "tatué" las iniciales de un amor ...
ResponderEliminarSaludos
La ternura del final me encanta pero ojalá no tengamos que esperar, ni sufrir tanto para lograrla.
ResponderEliminarSaludos.