Ludwig Van Beethoven se sienta frente al piano y estira sus manos entrelazadas, dejando escapar un crujido de huesos. Las notas de la partitura comienzan a desgajarse, resbalando del pentagrama una a una, como cuando se caen los dientes en las pesadillas. Al chocar contra el suelo producen un sonido metálico y destartalado, impropio de notas musicales. El compositor las recoge a puñados y se las mete en los bolsillos. Se coloca frente al auditorio y arroja todas esas fusas, corcheas, negras, blancas y redondas sobre el público, como hacen los reyes magos en las cabalgatas con los caramelos. La gente abre sus paraguas para coger la música del maestro, llegando incluso a pisar en la mano al de la butaca de al lado. Beethoven se coloca cabizbajo frente a su partitura. Las páginas no están totalmente en blanco. Quedan unos signos con forma de araña en el papel. Beethoven los mira, cierra el piano, y se marcha en silencio.
Excálibur sigue oxidada en la roca esperando a que alguien se decida a sacarla, pero la gente pasa de largo...
5/21/2010
SILENCIO
Ludwig Van Beethoven se sienta frente al piano y estira sus manos entrelazadas, dejando escapar un crujido de huesos. Las notas de la partitura comienzan a desgajarse, resbalando del pentagrama una a una, como cuando se caen los dientes en las pesadillas. Al chocar contra el suelo producen un sonido metálico y destartalado, impropio de notas musicales. El compositor las recoge a puñados y se las mete en los bolsillos. Se coloca frente al auditorio y arroja todas esas fusas, corcheas, negras, blancas y redondas sobre el público, como hacen los reyes magos en las cabalgatas con los caramelos. La gente abre sus paraguas para coger la música del maestro, llegando incluso a pisar en la mano al de la butaca de al lado. Beethoven se coloca cabizbajo frente a su partitura. Las páginas no están totalmente en blanco. Quedan unos signos con forma de araña en el papel. Beethoven los mira, cierra el piano, y se marcha en silencio.
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19 comentarios:
Hermosa historia. El silencio del papel pautado.
En tu relato, he podido ver cómo caían las piezas de acero en el suelo, he visto al auditorio recogiendo caramelos, has creado una partitura llena de imágenes, recojo tus letras, las guardo, te aplaudo.
Me ha gustado mucho. Es muy original.
Un saludo.
Tu relato tiene dos imágenes que me encantan: la primera, esas notas resbalando del pentagrama al suelo; la segunda, Beethoven arrojándolas al público como si fueran golosinas. Sólo cabe aplaudirte.
Muy bueno, Manu. A veces pienso que, inclinando tanto como inclinan los atriles, esas cosas algún día tenían que suceder
Qué duro el silencio para un compositor... a lo mejor por eso tiró las notas al público. Me ha resultado triste, el silencio es así...
Besos
Genial el manejo de la tensión dramática. Tuve que tapar la pantalla con las manos para no adelantar la lectura. Gracias por este micro, Manu. De los que más me han gustado.
Un abrazo,
PABLO GONZ
Buf, sin música no sé qué podría hacer...
Besicos
Manu, menudo descubrimiento este blog. He leído unos cuantos relatos y me he quedado gratamente sorprendida. Ahora ... tengo trabajo hasta "empaparme" todos. Un abrazo.
Así las he recibido yo, como si fueran caramelos, esas notas mágicas, con sus silencios, que son como gritos.
Hermoso, Manu.
Un beso
BB
ME gusta, lástima que no aventó los silencios, hubiera sido bueno que recogieran silencios de redonda a montones.
Tiene un ritmo que atrapa.
Saludos
Silencio musical ...
Muy bonito Manu. Algo que en cierto modo podía pasar a un compositor, a un escritor o a cualquiera frengte al público.
Eres único, ¡que imaginación la tuya!!
Besicos muchos.
Me encanta ese sonido metálico y destartalado. Todo el cuento. Nada metálico ni destartalado por cierto. Emotivo y medido. Sí.
Otra sonrisa y admiración para este relato.
Creo que al maestro siempre le quedarían mas.
Un beso
Que importa, la música no es sonido ni papel pautado, no se muy bien que.
Un abrazo
No sé por qué, se me había pasado esta entrada. Coincido con Herman en las imágenes seleccionadas. Por otro lado, la elección de Beethoven, en absoluto casual, otorga al relato un dramatismo estremecedor.
Un abrazo, Manu.
* Por cierto, ya te lo digo aquí mismo, estaba equivocado en lo de que sobraba la parte central, explicativa, en tu dramedia musical. Ese paréntesis, que lo es, hace la función del silencio musical, un respiro. A veces lo bueno no es lo que dice la teoría sino lo que funciona. Tu micro funciona a la perfección.
Enhorabuena Manu....
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