Con pocos otoños gozo. No por los olmos color rojo o los toldos monocromos o llorosos. Zozobro con dolor por odio, con hondo odio por todos los poros. Hosco, cojo otro sol por los contornos. Noto todos los rostros como ocho sollozos. Sólo como oro, sólo sonoros trozos. No soporto otro otoño. Oloroso, hosco, broto como dos chopos rojos. Solo, lo como todo.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEn primavera enredaderas florecen a tu vera y no paras de mirar por las aceras como las niñas se bajan las cremaleras, y te levantas con alegrias mañaneras, dándole vueltas a la sesera porque soñaste con una guapa sanluquera, que se ponía con la brisa marinera
ResponderEliminartu post me recuerda a una cancion de leon gieco, creo que se llama Los Orozco...
ResponderEliminarme encanto el post! sobre todo porque todo esta muy "O"
Beso!
Ahhhh!!! importante! me encanta el otoño!
Pues a mí me recuerda a aquella historia de Odongo Molongo, el niño del Congo que alguien contaba en Radio 3 cuando estabamos con los chavales de la Francisco de Vitoria.
ResponderEliminarPor cierto qué chula la historia del Nobel de química, creo que el estilo es muy volpiniano, no?
Besos.
Susana.
La verdad es que sí es Volpiniana, Susana. Tendré que abrir un post de "Minas", tengo fotos!!! Qué bien lo pasábamos a aquellas horas de la madrugada. Besos.
ResponderEliminarLlego hasta aquí por tu comentario en el FB, Manu, y me parece asombroso que no -y me incluyo- lo hubiésemos notado antes.
ResponderEliminarLa historia me ha hecho sonreír de felicidad. Imagino como te has de sentir sabiendo cuánto ayuda tu obra.
Un abrazo colmado de admiración.
Feliz Otoño
ResponderEliminaraunque parezca ñoño
feliz otoño
coño....